Imagínese por un momento que usted es dueño de una compañía cuyo negocio es precisamente sacar valor de todo el conocimiento informativo que hay a su alrededor.
La manera más natural a priori de hacerlo es colonizando el tercer entorno, principalmente vía web, puesto que este contenido es en su mayoría abierto, y cuenta con un mercado que crece exponencialmente.
Para ello, diseña y desarrolla productos muy muy optimizados, y los entrega a coste (económico) cero, para que los usuarios los usen, y de paso, suministren más información al sistema.
Esto funciona tan bien que acaba por volverse el rey de la red, con un buscador que es una auténtica joya, y con un ecosistema de servicios que se nutren los unos a los otros, mejorando la experiencia del usuario (y aumentando sus arcas) hasta límites que difícilmente alguien hubiera sospechado.
Pasan apenas unos años, y ese entorno en el que tan bien se movía, resulta que no se presta tan adecuadamente a las necesidades del usuario. Que de pronto, un chisme que todos tenían en el bolsillo para llamar y mandar SMS, se vuelve el centro de interacción tecnológica, y que pese a que todo sigue corriendo por el tercer entorno, lo hace de forma nativa en cada dispositivo, y no de manera distribuida, como hasta entonces.
Usted ha sido precabido, y ya había movido ficha lo más rápido posible como para posicionarse como referente en este nuevo sector en alza.
Y sin embargo…
La hegemonía de los jardines vallados
Y sin embargo, y pese a que su ecosistema de aplicaciones y sistema operativo, son líderes absolutos de este nuevo mercado, se encuentra con que la información que fluye por estos lares ya no es accesible.
Internet es un basto océano repleto de islas informativas. Allí, únicamente tenía que soltar la caña e ir pescando. Pero, ¿qué pasa en el mundo móvil?
Mientras que Internet fue creado para compartir, para exponer información a terceros, el mundo móvil está diseñado para que esa información no salga de cada aplicación, y solo sea consumida por el usuario, por la empresa o desarrolladores que están detrás, y por el ecosistema social (si es que hay) que estos han desarrollado a su alrededor. Y ahí no entra su negocio.
Hay matizaciones, claro está. Por ahí tiene varias de las aplicaciones más usadas del día a día. Usted controla el sistema operativo, y como decía, la mayoría de desarrolladores hacen uso de su conjunto de APIs para solucionarse la vida. Incluso ha conseguido lo que en la anterior generación (sistemas operativos de escritorio) no se pudo: centralizar la descarga de aplicaciones, que de nuevo está prácticamente bajo su control, y es un negocio que mueve millones.
Pero la información se queda dentro de esos jardines vallados. Usted controla el sistema operativo, pero no puede ver qué foto está compartiendo el usuario por WhatsApp, o qué información está consumiendo por Facebook. Qué enlaces abre el usuario desde su aplicación de Twitter (¡pese a que son enlaces a webs!). Cuáles son sus hábitos de consumo (más que el tiempo que pasa dentro de uno u otro jardín).
Y eso hace peligrar su negocio.
Si hasta ahora ha sido el rey de la información, ¿puede permitirse que el usuario caiga en la consideración de que la “única” información que puede obtener de usted es aquella disponible de forma abierta?
Y vale, que no es poca, pero al final, lo que a un servidor le interesa es aquella que está contextualizada hacia mis intereses. Al menos para el grueso de la sociedad, que espera que al realizar una búsqueda (sea mediante un buscador, sea mediante un asistente virtual), nos entregue el mejor resultado. No el mejor resultado de un conjunto de datos, no. El mejor resultado de todo el abanico de posibilidades que hubiera, sean internas (de nuestras aplicaciones) o externas (del mundo web).
Y es más, viendo que lamentablemente el mundo web (y al menos hasta que veamos materializarse varios proyectos que ya hay en marcha) ha fracasado en los smartphones frente al mundo app (la experiencia de navegación sigue siendo todavía bastante inferior a la que tenemos en una aplicación instalada en local), ¿se puede permitir usted no tener acceso a todo lo que ahí está ocurriendo?
Sobre búsquedas profundas, intermediación y virtualización de aplicaciones
Así llegamos al punto diferencial que lleva a una Google a estrujar el cerebro de sus ingenieros para encontrar salidas a esta problemática.
Movimientos que están llegando ya al usuario final, y que prácticamente se han desplegado en cuatro fases:
- Indexado de las aplicaciones: A partir del conocimiento externo que nos entrega el desarrollador (ya que le interesa por negocio estar cuanto mejor posicionado mejor) y que podemos obtener de nuestra gallina de huevos de oro (Google Play). Además, sacamos tajada de ello, ofreciendo en búsquedas móviles posibles respuestas que el usuario encontrará no dentro de una web, sino de una aplicación que ya tiene instalada en su dispositivo (ES) (aunque no tengamos ni idea de qué hay dentro).
- Indexado profundo de aplicaciones: Seguimos sin saber qué ocurre dentro, pero sí podemos dirigir al usuario a un punto específico de la aplicación. Una manera más de enfocar el tiro, y de obtener información externa. Además, claro está, de brindar un servicio mucho más eficiente. Y la comunidad de desarrolladores encantada, oiga, porque gracias a ello puede retener más al usuario dentro de su jardín.
- Lectura contextual: Aquí ya empieza la chica. Con Google on tap, disponible ya en Marshmallow, Android puede acceder a la información que la aplicación está mostrando en ese mismo momento. Previo permiso del desarrollador (éste tiene que darle acceso vía API), y gracias a ello, Google se puede enterar de lo que hay dentro de una app en un momento específico, para mostrarle al usuario información contextual. Información que obtiene a partir de otra información que hasta ahora estaba en un jardín vallado.
- Virtualización de aplicaciones: Todo esto mientras el usuario tenga instalada la aplicación. Pero ¿qué pasa con toda aquella información que el usuario querría obtener pero que para ello tendría primero Google que saber que está allí, y segundo animar al usuario a instalarla y configurarla para llegar a ella?
Así nos enteramos que los de Mountain View están apostando por la virtualización de aplicaciones (EN). Que al realizar una búsqueda específica (por ejemplo, hoteles), el enlace que nos muestre no nos lleva a una web o a una webapp, sino a una aplicación que está corriendo en sus servidores y que nos sirven vía streaming.
La misma experiencia del mundo app, a cambio de algunos sacrificios (mayor latencia, al no correr en local) y otras bondades (no necesitar tenerla instalada en el dispositivo).
Y de paso, una estrategia de compromiso para todas las partes (Google obtiene más información de nuestros hábitos y se difumina la barrera entre mundo app y mundo web para beneficio tanto del desarrollador como del usuario). Una manera de arañar algo más ese ecosistema que su negocio ha ayudado a crear, y que paradójicamente, le estaba fagocitando.
Por ahora con 9 partners (EN) (gigantes hoteleros y de viajes, aplicaciones del tiempo, horóscopo y comida rápida), pero la puerta ya está abierta.
Uno de los movimientos más contra natura del mundo móvil. Un aliento de esperanza para la web.
Y por supuesto, para Google :).