Despido improcedente

Me contaba hace unos días un compañero del metal (informático de formación y profesión) la odisea que ha vivido con la última empresa donde ha estado trabajando estos últimos dos años.

Hablamos, como no podía ser de otra manera, de una cárnica. Ya sabes, esas «consultoras» que intermedian entre otras empresas y «carne de picacódigos». Las mismas que no suelen estar en lo más alto de las encuestas anuales de satisfacción de sus clientes.

¿Por qué será? :P.

Pues bien, el pobre hombre llevaba como un par de meses viendo cómo parte de la plantilla iba a poco desapareciendo. Las fechas cuadran, claro, que ahora viene el veranito y por tanto menor demanda de trabajo. Ergo, menos «carne» que vender.

Y estamos en época de prácticas, es decir, de becarios sedientos de inflar su currículum con horas de trabajo no remuneradas en empresas del sector.

De hecho, recuerdo una conversación hace ya unas cuantas semanas en la que el chico se sentía afortunado porque en la organización habían apostado por su carrera. Que en esa criba de personal, él afortunadamente se había quedado dentro del barco. Aunque, eso sí, como único responsable del proyecto donde estaba. Un proyecto, por cierto, que ya no recibía atención alguna.

Un par de semanas más tarde, un viernes a las 16:50, para ser exactos, le dijeron por chat que tenía 10 minutos para recoger, y que ya no hacía falta que volviera al lunes siguiente.

¿La razón? Había bajado la productividad.

Sobre despidos (im)procedentes

Claro que lo primero que hizo fue ir a hablar con su superior, que en petit comitè, le reconoció que él no tenía nada que ver.

Que, de hecho, si fuera una bajada de productividad, sería él (para algo era su superior) quien debería haber alertado de ello.

Están haciendo lo mismo con el resto, Pepito.

Y que es lo que hay, ya sabes.

El pobre chico se fue dándole a la cabeza. Al ser despido procedente disciplinario (como me han corregido por el grupo de mecenas Telegram, la procedencia o improcedencia solo la puede marcar un juez), ya no solo estaba de patitas en la calle, sino que encima no tenía derecho a cobrar el paro (otra mentira, al parecer). Y, por supuesto, a indemnización alguna (cosa que al parecer también es mentira).

Así fue como, en la llamada de teléfono que tuvimos al día siguiente, ya más calmado, me lo explicó todo.

Un servidor lamentablemente no sabe mucho sobre derecho laboral. Para eso, de hecho, pago a un gestor, que es quien me lleva todo el papeleo de la empresa. Pero claramente, y al menos desde fuera, todo olía bastante mal.

E indagando un poco, parece que eso de la bajada de productividad es la excusa perfecta para una compañía que quiere despedir a su plantilla. Es difícil tanto demostrar que es cierto, como no hacerlo, por lo que llegados a un posible juicio, la empresa tiene tanto las de ganar como las de perder.

En todo caso, mi recomendación fue clara: Que consultase a un abogado que ayude con los trámites del despido (ES), ya que son ellos, a fin de cuentas, quienes mejor nos pueden asesorar.

Así lo hizo, y en efecto, existen una serie de pasos que hay que seguir para llevar a buen puerto este tipo de reclamaciones. Pasos que, por cierto, no implican coste alguno para el ex-trabajador, ya que incluso si se llega a juicio, por lo que al parecer me contó, los costes los tiene que asumir la empresa.

Para empezar, sobra decir que él no debía firmar nada que le diera la empresa. No estás conforme, ergo no tienes porqué hacerlo.

Luego, y ya con la ayuda del abogado, le tocó hacer un requerimiento por escrito a la empresa, que en su caso contaba con dos opciones:

  • O lo readmitían.
  • O le pagaban lo que le correspondía por el despido.

La empresa tiene al parecer unos cuantos días para responder (no me acuerdo del número exacto, perdón). Algo que debe hacerse (siempre que sea posible) en una reunión presencial ante notario, en la que el representante de la empresa o acepta los términos, o propone otros, y el demandante debe entonces aceptarlos o no.

  • Si no se llega a un acuerdo, ya toca ir a juicio.
  • Si se llega a un acuerdo, problema solucionado.

En este caso, afortunadamente, la empresa aceptó y le hizo el pago correspondiente. Era, sinceramente, poco dinero para una compañía de tal envergadura. Mucho menos, claramente, que los costes que tendría si al final se hubieran metido en un juicio.

Y todo esto, recalco, por ahorrarse muy pero que muy poco dinero (en serio, no llegaba al sueldo neto de un mes). Lo que me lleva a pensar que muy probablemente esto se haga con la intención de que mira, si cuela, pues perfecto. Y si no pues la empresa paga lo que debería haber pagado y listo.

A sabiendas de que habrá muchos trabajadores que, por ni siquiera valorar la opción de acudir a un abogado para que les asesore, o por simple desconocimiento, lo dejarán pasar.

Aquí, quien no corre, vuela…

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