Artículo originalmente publicado en el La U – El diario de Kampussia, periódico de actualidad universitaria, columna «Tu Opinas», con una tirada de 60.000 ejemplares en 55 universidades de España.

 

Vivimos en un mundo injusto, y al menos los que estáis leyendo esto podéis dar gracias de que a nosotros nos ha tocado el trozo de pastel más grande. La educación es el pilar de evolución de un país (por mucho que los políticos españoles se afanen en recortar), y que para colmo, esté mal enfocada (como sacaré a relucir líneas más abajo), dice mucho del sistema que mantiene esta sociedad.

Como bien sabéis, existen numerosas organizaciones de ayuda a los menos favorecidos. Quizás no todas tengan de verdad un interés puramente moral para llevar a cabo sus funciones, pero de entre todos los alicientes interiores que motivan el nacimiento de una campaña humanitaria, quizás el más favorecedor es en el que se lleva a cabo una investigación que puede aportar o arrogar datos de suma importancia tanto para el tercer mundo como para el resto.

Entre estas organizaciones, podríamos incluir “One Laptop per Child” (Un Portátil por Niño), que hace ya unos meses decidió hacer un experimento en Etiopía. Dejaron antes del alba unas cuantas cajas con un Motorola XOOM para cada niño, sin instrucciones, ni explicación alguna.

Como era de esperar, las gentes del lugar (¿soy el único al que le viene a la mente Barón Rojo al oír esta frase?) no tardaron en acercarse, e interaccionar con la nueva. Consiguieron abrirlas (pensad que nunca habrían visto una caja industrial), se apoderaron de los laptop (sin saber qué eran), y empezaron a cacharrear.

Seis meses después, los miembros de la organización volvieron para recabar información, y se encontraron con el siguiente panorama.

Nicholas Negroponte, fundador de One Laptop per Child lo explica así:

Dejamos las cajas en las aldeas. Cerradas. Precintadas. Sin instrucciones, sin presencia humana. Pensé, los niños jugarán con las cajas. En cuatro minutos, un niño no sólo abrió la caja, si no que encontró el botón de encender /apagar. Nunca había visto un interruptor de encendido / apagado. La encendió. En cinco días ya estaban usando 47 aplicaciones por niño y por día. En dos semanas, estaban cantando canciones del abecedario (en inglés) en la aldea. Y en cinco meses, habían hackeado Android. Algún idiota en nuestra organización había deshabilitado la cámara. Y ellos descubrieron que tenía cámara, y hackearon Android.

Esos niños que, ni sabían leer ni escribir, nunca habían visto un ordenador ni nada digital (ni mucho menos sus padres), interaccionaban con los dispositivos de forma nativa, e incluso alguno de ellos fue capaz de «Hackear» el acceso capado de la cámara para fotografiarse.

Esos niños, que ni sabían leer ni escribir, y nunca habían visto un ordenador ni nada digital, en 6 meses habían aprendido por su propia cuenta, a modo de juego, y estarían incluso a un nivel superior (tecnológicamente hablando, espero) que algunos de nuestra generación en un país desarrollado.

El estudio arroja unos resultados atroces.

La educación en los países desarrollados está fallando. La educación «tradicional» nos enseña a aprender y memorizar, pero no está desarrollando precisamente aquello que puede ser considerado educación: el autoaprendizaje y el aprovechamiento de los recursos que tenemos.

Y segundo:

Una de las principales objeciones para ofrecer una educación correcta que haría prosperar al tercer mundo es la falta de capital para llevarla a cabo. Invertir en colegios, en profesores, en herramientas y soportes es un gasto que se supone inconcebible en la crisis actual ¿Pero sino fuera estrictamente necesario todo esto?

Quizás habría que ofrecer únicamente las herramientas (y no con ello estoy hablando de tablets o equipos informáticos que dependen de una infraestructura eléctrica y un mantenimiento contemplado en la propia obsolescencia programada de los mismo), y el resto vendría de parte del niño.

 

P.D.: Para todos aquellos amantes del saber, y preocupados como yo en cómo demonios había tenido esos niños 6 meses portátiles encendidos sin que se les acabara la batería, deciros que después de indagar un poco, previamente se les había instalado en la aldea cargadores solares, e instruido a algunos mayores en cómo debían usarse. Misterio resuelto. Ya soy un poco más feliz 🙂