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Negocios Seguros

emails fuera horario

Leía estos días por Magnet (ES) el jaleo que hay alrededor de los emails a horas fuera del trabajo.

El contexto es básicamente este: Los emails siempre han llegado cuando el emisor los enviaba. En un entorno corporativo, generalmente asociado a horarios cerrados de oficina, lo normal es que te lleguen a esas horas.

Pero, de pronto, cuando la gente empieza a teletrabajar forzosamente, todo se desmadra, y lo que antes llegaba a unas horas establecidas (por la sencilla razón de que el emisor era cuando estaba en la oficina), ahora llega cuando pinta.

El tema me recuerda poderosamente a ese perfil de clientes que piensan que debería estar ahí siempre disponible. El último, un «hombre de negocios» la semana pasada, que no se le ocurre otra cosa que escribirme varios whatsapp a la cuenta corporativa, y llamarme… ¡a medianoche!

Por supuesto, se quedó con las ganas, ya que le respondí al día siguiente.

  • Y quería una reunión presencial para mañana.
  • Y acabó aceptando una reunión de media hora máximo online a la semana siguiente.

Situaciones como estas entran en conflicto con el manido derecho a la desconexión digital y laboral.

Un estudio realizado el año pasado a 3,1 millones de trabajadores (EN) en Estados Unidos, Europa y Oriente Medio sugería que ha aumentado significativamente tanto en el número medio de correos electrónicos enviados internamente como en el número de destinatarios. Los investigadores explicaban que al medir el tiempo entre el primer y el último correo electrónico enviado (o reuniones atendidas) en un período de 24 horas, la jornada laboral promedio se había extendido en 48,5 minutos.

A un servidor es algo que le toca muy de lejos, pero que también entiendo que en parte se debe a dos motivos:

  • Hace años que soy yo quien controla lo que la tecnología me notifica y me deja de notificar: Que como ya he explicado en más de una ocasión, a mi móvil solo me llega, y por vibración, las llamadas de teléfono. El resto, o con icono de notificación (por ejemplo, mensajería instantánea), o directamente sin notificación, como ocurre con el caso de los emails. Por tanto, cuando no miro, no existe, por mucho que me envíen mil correos.
  • No soy el mejor ejemplo de desconexión digital y laboral: Mal que me pese el trabajar desde casa, y para colmo hacerlo para uno mismo, hace que en efecto revise los correos cada cierto tiempo. Ahora bien, todo lo que yo envío llega cuando tiene que llegar, es decir, cuando entiendo que es el mejor momento para que la otra persona lo reciba. Lo que significa que, por regla general, respondo y programo casi todos los correos para que lleguen, o más tarde, o al día siguiente.

Esto último le puede chocar a muchos, pero es que tengo demostrado que funciona mejor.

¿De qué me sirve enviar un presupuesto a las ocho de la tarde si sé que hasta mañana a las diez no lo van a mirar? A sabiendas, de paso, que de enviarlo hoy en caliente, cuando lo preparo, va a estar perdido por el medio de la bandeja de correo de la otra persona cuando esta se ponga a revisarlo (compito en importancia con el resto), cuando al programarlo puedo hacer que se vea el primero.

Es por eso que no entiendo del todo por qué gobiernos como el francés (EN), el italiano, el español (ES), y parece que dentro de poco el de la Unión Europea (EN/PDF), tiene que regular esto.

Con lo fácil que es, siendo trabajador, desconectar las notificaciones de tal hora a tal hora, y si algo llega a esa hora, no se mira hasta el día siguiente.

Por el artículo antes mencionado dan un punto de vista que sí me parece interesante. El de la expectativa social a que siempre estemos disponibles.

Sí, silenciar las alertas ayuda a mantener los límites entre tu vida privada y tu puesto de trabajo, algo también complicado si acabas de unirte a un equipo y quieres demostrar tu valía. Lo que nos lleva al meollo del problema. Hay quien argumenta que no revisarlos es bastante fácil, pero el flujo constante de comunicación (correos, whatsapps, chats grupales o llamadas) es sólo sintomático. El problema real es mucho más difícil de abordar: el mundo laboral moderno y la expectativa de que siempre debes estar «disponible» para tus jefes.

Una falacia, nuevamente, que es debida a un mal uso de la tecnología (y de esa matriz de cosas importantes y urgentes de la que hablaba en mi tutorial sobre las notificaciones), ya que las propias herramientas que utilizamos nos permiten tanto programar como no notificar.

E incluso, en casos como GMail, recuerdo que existe una opción de deshabilitar la recepción de emails a horas específicas (realmente los recibes, pero no se actualiza la bandeja de entrada en esas horas). Un servidor al menos recuerdo que lo tuve en su día como una extensión de Chrome, aunque me suena que acabaron incluyéndolo en el propio servicio dentro de esas funcionalidades de laboratorio opcionales.

Descontando que somos adultos. Que esto debería servir para algo también…

Resumiendo: Que algo falla cuando la única opción que tenemos es regular a nivel gubernamental cosas que deberían ser de cajón, y que de hecho, mal usadas, son hasta contraproducentes para el propio emisor.

El más interesado en que la comunicación sea productiva, por cierto.

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