algoritmo twitter

El interés que Elon Musk ha mostrado últimamente por comprar Twitter de seguro que traerá bastantes movimientos, y probablemente interesantes, a la red de microbloging.

Algunos de ellos ya los estamos viviendo, como el hecho de que la red esté siendo presionada por el magnate para dar a conocer sin margen de duda qué porcentaje de sus usuarios activos son realmente bots (muchos más de los que seguramente están reconociendo en sus informes trimestrales).

Otro de ellos es la aparente vuelta a una API más abierta, tras años de ir poco a poco cerrándola, y llevándole así la contraria al sentido común económico y a la estrategia que está siguiendo toda la competencia.

Pero si algo en verdad me parece interesante de todo este revuelo, más allá de seguir la crónica amarillista de cómo va a juntar tantos millones el bueno de Musk, está su interés por que la futura Twitter sea lo más abierta y transparente posible (EN).

Algo que, en líneas generales, no voy a ser yo quien lo critique. Sería absurdo después de tantos años criticando precisamente lo contrario, que ahora me posicionara en contra.

La cuestión es intentar valorar qué supondría dicha apertura y transparencia, y sobre todo, saber dónde pondríamos los límites.

A nivel de contenido, el propio Musk ha acabado por reconocer que quizás la libertad de expresión absoluta no es la solución, y que ahí debería primar la regulación nacional de turno. Un tema complejo, ya que el propio Musk ha sido en más de una ocasión poco «hábil» con unas declaraciones que han acabado por acarrearle problemas legales serios.

Y encontrar el equilibrio se antoja verdaderamente difícil, como han demostrado todos estos años de intento de moderación en plataformas a priori neutrales… gestionadas o bien por personas con su propia ideología, o bien por algoritmos creados por personas con sus propias ideologías, y entrenados por datos consciente o inconscientemente sesgados.

Donde me quería detener es en la parte que compete al uso y licencia de los algoritmos.

Sobre Bluesky y otros proyectos ideológicos difíciles de llevar a buen puerto

El tema es el siguiente:

Twitter es, hoy en día, el pulso informativo de la sociedad (Occidental).

Una herramienta que, bien usada, puede ayudarnos a estar informados descubrir la actualidad social más rápido que cualquier otro sistema informacional semejante, prensa, radio y televisión incluída.

Y esto se debe, en esencia, a una serie de factores, entre ellos:

  • Sus propias limitaciones: El que los tweets tengan un tamaño muy limitado ayuda a que la gente sea concisa, y dirige hasta cierto punto por diseño el tipo de contenido que se genera en la plataforma.
  • Un uso masivo y global: Aunque esté lejos de redes como la de Facebook o Instagram, Twitter sigue siendo una de las plataformas más utilizadas en todo el mundo, y un servicio sobre todo muy utilizado en sectores tan estratégicos informacionalmente hablando como es el periodístico y el tecnológico.
  • Sus algoritmos: Llego al quid de la cuestión. Aunque fueron reacios a activarlo por defecto, lo cierto es que el Twitter que viene ahora por defecto en toda cuenta que tengamos es uno donde el contenido que se nos muestra no es el contenido que se ha publicado de nuestra red, sino aquel que se ha publicado que Twitter entiende que nos interesa. Una burbuja de filtros que, de nuevo, bien usada puede ayudar a que consumamos más contenido de unas temáticas específicas que nos interesan, discriminando la paja que hay alrededor.

Los algoritmos, por otra parte, no son ni buenos, ni malos. En eso se parecen a un cuchillo de cocina, que tan pronto nos sirve para cortar el pan, o para matar a la suegra.

Y tienen la particularidad de que, en empresas tecnológicas, hoy en día suelen ser el principal activo que da valor a sus servicios.

Clones de Twitter hay muchísimos, pero el grueso de la sociedad utilizamos Twitter, y no el resto de alternativas, en parte por lo bien que está diseñado (funcionan sus algoritmos).

Y lo mismo pasa con Google buscador, con Facebook, con TikTok, con Youtube…

Con esto en mente, la idea de abrir Twitter y hacerla código abierto puede resultar interesante a priori, pero el diablo está en los detalles.

Y me refiero a que, de hacerlo, ¿qué sería abierto y qué cerrado?

  • ¿Estará Twitter dispuesta a abrir, por ejemplo, su interfaz? A sabiendas que esto muy probablemente permitiría a terceros desarrollar, como ya pasaban antiguamente, herramientas que expandieran la funcionalidad y forma de mostrar el contenido de la plataforma… a cambio de esta perder el control de cómo consumimos su contenido, y por ende, no disponer de espacios donde mostrar su publicidad.
  • ¿Estará Twitter dispuesta a abrir, por ejemplo, el algoritmo que rige qué publicidad vemos y cuál no? A sabiendas de que al hacerlo, no solo estaría regalando información a la competencia de cómo funciona su algoritmo de publicidad programática, sino también enseñando a las empresas interesadas la manera de obtener los datos de sus usuarios, y probablemente contraviniendo más de una regulación nacional e internacional en materia de privacidad, como sería el caso de la RGPD europea.
  • La guinda del pastel se lo llevaría, no obstante, esa posible apertura del algoritmo de recomendación de contenido. Si en efecto Twitter nos dejara ver cómo funciona, de seguro esto sería usado por aquellos realmente interesados en buscar viralidad para… engañar al algoritmo y conseguir más viralidad si cabe.

Exactamente lo mismo que ocurriría si Google nos mostrase la fórmula que utiliza para decidir cómo ordena su algoritmo a una búsqueda en particular.

Exactamente igual que si Google nos explicase cómo decide qué negocio muestra antes cuando estamos buscando en nuestro alrededor un restaurante.

¿Ves por dónde voy?

Paradójicamente, una Twitter totalmente abierta quizás acabase siendo un campo donde los SEOs y demás vendehumos brotasen como si no hubiera un mañana. Una Twitter que sistemáticamente te mostrase contenido no porque crea que es el que más te puede interesar de todo lo que se ha publicado, sino porque parte de esa audiencia tiene la receta perfecta para asegurarse que su contenido le llega a toda su comunidad.

Descontando el impacto que tendría esto a nivel de negocio para la compañía, y por tanto, quizás poniendo en peligro el futuro de la propia plataforma.

Bajo esta premisa, Jack Dorsey desempolvó aquella vieja idea de crear una Twitter como si fuera un marketplace. Y aunque lo veo complicado de materializar, la idea en sí no deja de ser interesante.

El proyecto, que tenía de nombre Bluesky, pretendía, en efecto, liberar parte de la red para que fueran los desarrolladores quienes pudieran crear algoritmos alternativos que gestionaran cosas «básicas» de la plataforma como el qué vemos en el timeline.

Gracias a ello, el usuario tendría la capacidad de decidir qué algoritmo quiere que se le aplique. Si uno oficial como está ahora, u otro creado por tal desarrollador que tiene en cuenta estas cosas y estas no, que incluye esta serie de filtros o sensibilidades.

De nuevo sigo viéndole el problema principal de que cualquier cambio en este sentido limita la capacidad de una plataforma como Twitter de monetizarse mediante Ads (su principal fuente de ingresos).

Pero oye, lo mismo algo así puede ofrecerse como incentivo a esa versión de pago llamada Twitter Blue…

En fin, que va a ser interesante ver qué rumbo toma Twitter si al final, como parece, vuelve a ser una empresa privada en manos de un genio (del bien o del mal, que en eso ya no me meto) como es Elon Musk.

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