consulta medica

El mundo digital se va abriendo paso en cualquier esfera en la que podamos llegar a pensar. Si muchos de nuestros antepasados levantaran la cabeza se llevarían una sorpresa viendo la forma que tenemos hoy de comprar o de buscar información. Y por antepasados me refiero a alguien que haya vivido en la sociedad de hace… apenas una década. ¿Será la consulta médica lo próximo en cambiar?

Vamos a verlo.

El mundo digital, fuente de soluciones y de algún problema

Seguro que alguna vez has tenido algún síntoma raro y has ido corriendo a Google para preguntarle qué te pasa.

Es algo tan humano como el comer. Y como no, conlleva una serie de riesgos, a sabiendas de que la red está plagada de fake news incluso en el ámbito de la salud. Y de que hay mucho, muchísimo negocio, en esto de vender soluciones sencillas a problemas tan complejos como lamentablemente son los sanitarios.

Por supuesto, hay vida más allá de ese mundo digital que pretende curar enfermedades importantes con un rato de meditación o unas cuantas gotas de X remedio natural disueltas en un vaso de agua. Todo el ecosistema digital tiene mucho que hacer tanto por la salud de los pacientes como por la eficiencia de un sistema de salud público que tendría una notable mejora a poco que comenzase a implementar distintas dinámicas digitales.

Empezando por nuestro médico de familia, que es la primera puerta de acceso que tenemos a todo el sistema sanitario (salvando los casos de urgencia), y que podría tener un entorno de trabajo más eficaz si se implementasen aspectos como la videoconsulta o las prescripciones online en las situaciones menos delicadas.

Que recalco que esto no va de eliminar la consulta física, sino de sumar esfuerzos y ser más óptimos tanto a nivel asistencial como económico. Hay casos que necesitan exploración y atención presencial, así que no nos referimos aquí a borrar de un plumazo la visita de turno al doctor, sino que haya una parte de la comunicación y seguimiento que pueda hacerse en derroteros digitales.

Que esa digitalización podría reducir listas de espera, incrementaría la satisfacción de los pacientes y rebajaría un poco ese estrés al que muchos médicos están sometidos por la falta de tiempo para atender adecuadamente, y que se traduce, nuevamente, en… menor satisfacción de los pacientes y presumiblemente peor servicio.

Abaratar costes en las terapias más complejas

Lo curioso de todo esto es que la esfera 2.0 no es para nada ajena a la medicina (ES). Lo decía María Cruz Martín, Presidenta de Semicyuc y Jefa de Servicio de Medicina Intensiva Hospital de Torrejón. La mayoría de unidades de cuidados intensivos cuentan con sistemas completamente automatizados e incluso se están probando en ellos algunos algoritmos de IA para dar una mejor atención a los pacientes críticos. Lo que de paso genera un mercado de traducciones medicas (ES) la mar de interesante. Nuevos negocios, ya sabes :).

En la Comunidad de Madrid (por citarte un sistema que conozco de primera mano) hace ya unos cuantos años que tenemos acceso a una gestión de recetas médicas digitales, de forma que por un lado nos ahorramos papel (ya no es necesario imprimir la receta que te da el médico al estar esta asociada a tu tarjeta sanitaria), y por otro evita a aquellos que tenemos alguna enfermedad crónica el tener que volver periódicamente a la consulta simplemente para que nos preparen la dichosa receta de marras.

Y a nivel general lo cierto es que las herramientas están al alcance de cada vez más ciudadanos. Por ejemplo, ¿por qué no se normaliza el uso de la información obtenida con los smartwatches que muchos ya llevamos en nuestro día a día? Con el Apple Watch en EEUU la cosa ya parece que va para adelante. Habría que ver si FitBit o Garmin, que tienen en su haber dispositivos de nivel medio/alto, son capaces de ofrecer la suficiente fiabilidad y estabilidad en los datos de monitorización para que éstos sean un criterio más a considerar.

Un tema que, per sé, y como ya hablamos en su día, entraña mucha incertidumbre, habida cuenta de que:

  • Por un lado parece lógico pensar que la monitorización continua, aunque no sea con una fiabilidad semejante a la que dan los dispositivos médicos (muchísimo más caros y actualmente imposibles de miniaturizar hasta el punto de ser cómodos de llevar en todo momento), podría servir a los médicos para predecir y diagnosticar enfermedades que difícilmente, por sus efectos esporádicos, no se prestan a mostrar positivos en pruebas pre-programadas y unitarias.
  • Por otro, primero el sistema sanitario tiene que ser capaz de trabajar con este tipo de datos (la mayor parte de estudios sanitarios están enfocados a diagnosticar con la información que el propio sistema sanitario es capaz de ofrecer, y no con el que ofrecen ahora estos wearables), y ya ni hablemos de los pacientes. Porque hoy en día estamos utilizando wearables de consumo, que sacan conclusiones precipitadas y absolutistas con temas tan complejos de analizar como el peso, la grasa, la masa muscular, el sueño…

Y además de esa posibilidad de incluir periféricos para controlar la salud, la digitalización médica, como el resto de digitalizaciones sectoriales, elimina de un plumazo las limitaciones geográficas. El disponer de servidores que permitan consultas simultáneas con distintos especialistas (los mejores para cada caso) que se encuentran en cualquier parte del país o del mundo. El que un cirujano pueda asistir a varias operaciones en diferentes quirófanos sin salir de la misma habitación de control, y reduciendo así el impacto nocivo de los potenciales gérmenes y demás factores ambientales que pueden llegar a causar complicaciones en cada paciente.

Estos flujos de información, que el mundo digital han demostrado ser el petróleo necesario para optimizar diferentes sectores ajenos históricamente a la revolución tecnológica, podrían salvar muchas vidas y cambiar radicalmente (y para mejor) la experiencia del paciente.

La tecnología está al alcance de los profesionales, lo que hace falta es que estos y la administración decidan dar un paso para implementarla debidamente:

  • ¿Los beneficios? Pues una mayor eficacia del sistema, un mejor tratamiento para los pacientes y un entorno de trabajo mejor definido para los profesionales del sector.
  • ¿Lo peor? Las barreras de entrada (ya no solo económicas sino de integración, conocimiento y sobre todo sociales), así como los riesgos extra que entraña una dependencia tecnológica (una web puede caerse de vez en cuando, pero un robot de cirugía no admite fallo alguno).

Tiempo al tiempo…