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Negocios Seguros

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A finales de noviembre impartí una mini-charla en el Mobile Commerce Congress sobre usurpaciones de identidad y campañas de phishing, en la que aproveché, de paso, para meter un breve resumen de aquel estudio que en 2018 daba a conocer The New York Times sobre el negocio de la influencia digital.

Es, de hecho, un mercado que está moviendo sumas increíbles fuera de los mercados legales, y que de hecho goza de una suerte de equilibrio en tanto en cuanto de cara a la opinión pública es un mal que hay que erradicar… pero tanto gobiernos como empresas tecnológicas no parecen muy interesados en mover ficha de forma tajante.

A fin de cuentas los primeros son clientes de los segundos, que se lucran de este tipo de campañas.

Sin ir más lejos, ¿a que no sabes quién fue el mayor inversor de Facebook de los últimos años? Pues el señor Donald Trump, por supuesto.

Estos días la OTAN ha dado a conocer un estudio titulado «Falling Behind: How social media companies are failing to combat inauthentic behaviour online» (EN/PDF) cuyas conclusiones paso a esbozar por aquí.

Para llegar a esto, el Centro de Comunicaciones Estratégicas de la OTAN pagó por aumentar la visibilidad de 105 publicaciones diferentes en Facebook, Instagram, Twitter y YouTube a compañías especializadas en la manipulación de redes sociales, la mayor parte de ellas ubicadas en Rusia:

Por solo 300 euros, el equipo de investigación compró 3.530 comentarios, 25.750 “likes”, 20.000 visitas y 5.100 seguidores. Al estudiar las cuentas falsas que aumentaron el alcance la información manipulada, identificaron 18.739.
Cuatro semanas después, el 80% del tráfico comprado seguía activo y las plataformas se mostraban incapaces de eliminar esta estrategia de manipulación en redes sociales. Tres semanas después de reportar algunas de las cuentas falsas desde las que se difundía la información, el 95% de ellas seguían en línea. En general, el experimento demuestra que las redes son mejores para bloquear la creación de cuentas falsas y eliminar seguidores que no son reales, que para luchar contra comentarios y opiniones “fakes”.

Y saca algunos apuntes interesantes:

Si bien las diferentes redes sociales tienen sus fortalezas y debilidades, una plataforma funciona peor sin importar el criterio que se tenga en cuenta: Instagram fue en gran medida incapaz de detectar y contrarrestar cualquier manipulación. Solo logró eliminar el 5% de los comentarios comprados y prácticamente ninguno de los “likes” o “views” falsos fue corregido. YouTube fue la única plataforma que logró reducir el número de visitas manipuladas.
No en vano, YouTube es el servicio más costoso de manipular. El precio de los servicios de manipulación para Twitter y Facebook es más o menos similar, aunque varía ligeramente según el servicio utilizado. El de los servicios de manipulación para Instagram es casi la mitad del precio de la misma manipulación para Twitter y Facebook y solo una quinta parte del coste de la manipulación de YouTube.

Es cierto que habría que ver qué impacto real tienen esas interacciones falsas. A fin de cuentas, como ya he comentado en más de una ocasión, los KPIs en los que basamos las campañas digitales son una mera extrapolación absurda de supuestas variables de negocio indirectas.

Vaya, que al menos hasta el momento no sé de nadie que pueda comprar un litro de leche a cambio de Likes, Shares o Retweets.

Pero indirectamente es más que probable que una pieza que ha recibido mucha interacción (aunque sea falsa) sea vista por los sistemas de recomendación algorítmicos en los que se basa la información que consumimos en redes sociales como interesante, ergo acabe por ser vista por más personas reales que si no hubiera contado con esa campaña de bots.

Y ahí es donde todo este sistema se va a la mierda.

Porque si yo tengo recursos económicos (ni siquiera conocimiento) para invertir dinero no en conseguir mayor visibilidad directa con los potenciales clientes/audiencia, sino en invertir en bots para inflar los números artificialmente a menor coste y que eso afecte a la visibilidad orgánica de la campaña, el sistema en sí no tiene sentido, y abre la veda a que los de siempre (aquellos que anteponen sus intereses a los de la sociedad) mantengan su liderazgo.

Tan triste, sucio y real como suena…

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