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Me está gustando muchísimo leer la serie de reportajes que están publicando estos días en el MIT Technology Review sobre cómo la inteligencia artificial está creando un nuevo orden mundial.

El título es bastante presuntuoso, por supuesto, pero no encierra más que una realidad que, por otro lado, es totalmente esperable en cualquier modelo económico: Las herramientas del momento ayudan a los ricos a ser más ricos, y a los pobres a ser más pobres (o a mantenerse en la pobreza).

Lo firma Karen Hay y Heidi Swart, y empieza hablando de un viaje que hicieron a «la costa sur de España».

Me gusta cuando leo impresiones de gente de fuera porque, como nos pasa a cualquiera cuando vamos a un país extranjero, tendemos a analizar desde nuestra cultura los elementos culturales y sociales de la otra. Y esto no puede más que enriquecer la comprensión de la heterogeneidad de nuestra civilización.

El caso es que para esta investigadora, el paso por ciudades como Sevilla, Córdoba, Granada o Barcelona sirvió de inspiración para ver asociaciones entre el colonialismo europeo (español) de la Época Dorada, y el colonialismo que actualmente está forzando la revolución digital.

En Barcelona abundan especialmente restos físicos de este pasado. La ciudad es conocida por su modernismo catalán, por la estética icónica popularizada por Antoni Gaudí, el genio tras la Sagrada Familia. Ese movimiento arquitectónico nació en parte de las inversiones de las familias españolas adineradas que acumulaban riquezas de sus negocios coloniales y canalizaban su patrimonio en lujosas mansiones.

Una de las más famosas, conocida como la Casa Lleó i Morera, fue construida a principios del siglo XX con las ganancias del comercio de azúcar en Puerto Rico. Mientras los turistas de todo el mundo visitan este edificio por su belleza, Puerto Rico todavía sufre de inseguridad alimentaria porque durante mucho tiempo su tierra fértil producía cultivos para los comerciantes españoles en lugar de dar sustento para la población local.

Mientras contemplábamos la elaborada fachada tallada que presenta plantas, criaturas mitológicas y cuatro mujeres que sostienen los cuatro mayores inventos de la época (una bombilla, un teléfono, un gramófono y una cámara), pude ver los paralelismos entre esta encarnación de la extracción colonial y el desarrollo global de la IA.

A partir de entonces, repasan algunos casos a lo largo y ancho del mundo donde los algoritmos están corrompiendo el status quo de la sociedad, favoreciendo a unos pocos en detrimento del resto.

  • En la primera parte (ES), se dirigen a Sudáfrica, donde las herramientas de vigilancia de la IA, basadas en extracción de comportamientos y rostros de personas, están consolidando jerarquías raciales y alimentando un apartheid digital.
  • En la segunda entrega (ES), se van a Venezuela, donde las empresas que etiquetan los datos de la IA encontraron trabajadores baratos y desesperados en medio de una crisis económica devastadora, creando un nuevo modelo de explotación laboral. La serie también analiza distintas maneras de alejarse de estas dinámicas. 
  • En el tercer reportaje (ES), hablan con conductores de viajes compartidos en Indonesia que, al generar poder a través de la comunidad, están aprendiendo a resistir el control algorítmico y la fragmentación
  • En la cuarta entrega, terminan en Aotearoa, que es el nombre maorí de Nueva Zelanda, donde una pareja indígena está recuperando el control de los datos de su comunidad para revitalizar su idioma.

Es un tema interesante porque a diferencia del colonialismo europeo (y, en definitiva, de cualquier tipo de colonialismo geopolítico), esta nueva forma tecnológica asimila sin uso de la fuerza, con el hilo conductor económico, al resto de culturas, trastornando su funcionamiento, y bajo la falsa premisa de una mejora significativa y global de las vidas de los ciudadanos.

Un mercado, a fin de cuentas, que requiere de elementos en el pie de la cadena para que los engranajes sigan funcionando.

Nada nuevo bajo el sol, vaya, pero con la falsa fachada de una revolución que no deja atrás a nadie.

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