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Negocios Seguros

ecosostenibilidad capitalista

El otro día mantenía con uno de vosotros (ejem Khepper ejem) un interesante debate al hilo del impacto energético y medioambiental del Bitcoin al compararlo con otros sistemas de reserva de valor como puede ser el oro.

Como suele pasar con las buenas conversaciones, el tema fue virando de ese inicial muy enfocado a criterios crypto, hacia la política (siempre política), y hacia el consumo desproporcionado que hacemos, en líneas generales, toda la sociedad.

Al final, terminé como me gusta hacerlo, amenazando con dedicar una pieza al tema, pero haciendo de abogado del diablo, y dando razones que creo de peso para defender esa postura cortoplacista, que lamentablemente tenemos como sociedad.

Y para ello, nada mejor que abrir la boca con este artículo del New York Times (EN), que analiza cómo durante muchos años la mayor parte de empresas postales, alquileres y logística han funcionado en base a inversiones, y no precisamente a que su negocio fuese rentable.

Esto en el mundo tecnológico nos toca especialmente con fuerza. El objetivo de cualquier startup que se precie no es ser rentable económicamente hablando, sino contar con la financiación suficiente para seguir «escalando». Una bonita manera de decir que tu negocio no es rentable (la base, por otro lado, de cualquier negocio), pero que esperas que en el futuro, y por puro volumen, lo acabes siendo.

Sobre esto mismo, casualmente, Enrique (ES) se pronunciaba recientemente, y lo ha hecho de forma tan magistral que no puedo más que copiarle estos tres párrafos:

¿Por qué era tan barato moverse en Uber y similares? Porque nadie compensaba el exceso de contaminación que generaban ni ofrecía beneficios razonables a sus conductores. En el momento en que empezamos a pensar en normalizar las relaciones laborales y a introducir factores correctores del problema medioambiental, los precios, lógicamente, tienden a subir. Y a subir, en muchos casos, por encima de lo que muchos de sus clientes están dispuestos a pagar, por mucho que ese hábito se hubiese podido consolidar.

¿Por qué era tan barato volar en aerolíneas low-cost? Porque aparte de las bien sabidas limitaciones que muchos estaban dispuestos a aceptar a cambio, ninguna aerolínea pagaba impuestos por el combustible ni tasa alguna por la contaminación. Cuando un modelo se define como low-cost, es invariablemente porque alguien están pagando el diferencial de alguna forma, en ocasiones, de manera completamente irresponsable.

¿Cómo podía ser que recibiésemos en casa todo tipo de productos, y que a pesar del coste del envío, saliesen más baratos que en una tienda de las de toda la vida? Simplemente, porque o se subvencionaban, o se explotaba a los que llevaban a cabo esa logística. Incrementa sus sueldos de manera que no tengan que recurrir a la beneficencia para terminar el mes, regulariza sus contratos para que tengan los beneficios sociales razonables, y misteriosamente, acabarás con la espiral descendente y los precios tenderán a subir.

Cuánta razón tiene el cabronazo. Y todo bien adobado de enlaces, como a mi me gusta.

La cuestión es precisamente esa.

Que a muchos (un servidor incluido) se nos llena la boca cuando defendemos la necesidad de contar con unos servicios y productos ecosostenibles, tanto medioambiental como socialmente hablando.

  • Que a nadie le gusta ser consciente de que para que tú o un servidor disfruten de ese videojuego triple A, durante unos cuantos meses varias decenas de desarrolladores han tenido literalmente que vivir pegados al teclado picando código o haciendo snipets como si no hubiera un mañana.
  • Que esa ropa que compramos en Decathlon a precios más que razonables, la fabrican unas personas, probablemente menores de edad y en unas condiciones claramente inhumanas, en algún país tercermundista de África o Asia.
  • Que para que tú, o un servidor, podamos hacer un pedido exprés y tener en casa esa hamburguesa gourmet del local que está a cuatro kilómetros de distancia, hay un chaval en bici o moto con jornadas maratonianas que no llega casi a mileurista.

Esta es la realidad del mercado que hemos creado. Es la base de un sistema capitalista.

Y claro que funciona… mientras miremos hacia otro lado.

El problema surge cuando empezamos a preocuparnos por lo que supone esa espiral negacionista ahora y en el futuro. Cuando pretendemos que se regule adecuadamente… sin ser conscientes de lo que esto va a suponer para nuestra cartera. Para los engranajes que mueven ese sistema.

Estos días, precisamente, por EEUU el partido demócrata está detrás de regular el mercado monopolístico de estos gigantes tecnológicos con cinco proyectos de ley diferentes (EN).

De llevarse todo a buen puerto, en efecto tendríamos un ecosistema mucho más justo a nivel de negocio… pero que impactará considerablemente en el bolsillo de todos nosotros y/o a sistemas de integración entre apps que asumimos actualmente como estándares.

A saber:

  • Amazon Basics y envíos gratuitos en Amazon Prime: Exigir un trato igualitario de Amazon a todos los productos y proveedores impediría que Amazon siguiera compitiendo con ellos en su propia plataforma mediante la marca Amazon Basics u ofreciendo envíos gratuitos selectivos. Amazon también debería abstenerse de recomendar el proveedor con mejor precio entre los que ofertan un mismo producto.
  • Google Maps o YouTube en la página de resultados de Google: Mostrar resultados de Google Maps o YouTube (también propiedad de Google) en su propio buscador general discriminaría a los competidores del primero, según la nueva legislación. Bing tampoco podría hacer lo propio con su calculadora.
  • Letras de canciones integradas en los resultados de Google: Da igual que las páginas que recopilan las letras de canciones no pertenezcan también a Google… si el buscador opta por privilegiar el contenido procedente de una determinada web de letras, estaría ‘discriminando’ a todas las demás.
  • Integración Facebook/Instagram: La ley impediría a Facebook mostrar las stories de tus amigos en tu Facebook, e impediría la publicación cruzada entre ambas plataformas.
  • Recomendación de las ‘mejores aplicaciones’ en la App Store de Apple: Tal y como está redactada la propuesta legislativa, esta recomendación de unas apps en detrimento de otras se consideraría discriminación.
  • Find My iPhone de iOS: La app de Apple que permite a los usuarios de iPhone/iPad encontrar sus dispositivos robados o perdidos tampoco podría preinstalarse, pues —de nuevo— sería discriminatorio frente a otras apps con funciones similares.
  • Integración MS Office 365/LinkedIn: Adiós a integrar la información de contacto de LinkedIn en nuestra cuenta del servicio cloud de Office, pues en ambos casos se trataría de plataformas de Microsoft.

¿Ves por dónde va el tema? En el afán de regular más justamente el ecosistema, cerramos también el grifo que nos ha permitido crecer de tal manera en tan poco tiempo.

Algo que ya hemos empezado a observar por lo que ha supuesto la crisis del coronavirus.

En España, y desde el confinamiento, llenar la nevera al mes de comida sale, de media, 50 euros más caro por persona.

De la luz ya no hablamos, ¿verdad? Con estas subidas de infarto que estamos teniendo últimamente, por eso de negarnos a poner la lavadora en un piso a partir de las 12pm.

Y cuando empecemos a viajar de nuevo, nos vamos a dar cuenta de lo que cuesta realmente un billete, sobre todo si es aéreo.

O somos ecosostenibles, o somos baratos. Pero ambas cosas, por mucho que optimicemos procesos, como que jodido…

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