Este es una de las newsletters antiguas que se enviaron de forma exclusiva a los miembros del Club Negocios Seguros, y que se liberan públicamente un mes más tarde.

Si quieres recibir las actuales cada martes y jueves en tu bandeja de correo, hazte miembro ahora.

*******

Negocios Seguros

censura internet

Habitualmente asociamos la censura informativa a gobiernos digamos que poco democráticos.

Esa China, esa Rusia, y buena parte de países asiáticos y africanos son por regla general, ejemplos de políticas poco laxas con el ciudadano. Por eso de que un ciudadano bien informado es un problema a futuro. El que te lleven la contraria es un síntoma de que algo has hecho mal a la hora de imponer tu única verdad absoluta.

Pero oye, que no solo las dictaduras viven de sembrar el caos informativo. Ahí tenemos el caso de Cachemira, bajo un gobierno a priori tan democrático como el Indio.

Decían hace poco por el MITTR (ES):

Una vez más, la primavera llegó al valle de Cachemira (India) con la nieve derretida y los cerezos en flor. Pero este año sucedió algo nuevo. El 18 de marzo, en la ciudad más grande de la región himalaya de Cachemira, Srinagar, un hombre dio positivo por COVID-19. Fue el primero en el valle. El alcalde pidió a todos los ciudadanos que se quedaran en casa, pero su mensaje no se difundió de forma amplia. La comunicación en Cachemira era limitada, los servicios de telefonía móvil a menudo sufrían interrupciones y las velocidades de internet se quedaron en la lenta red 2G. 

Por ello, aunque algunos habitantes de Cachemira respetaron la orden de quedarse en casa, muchos no tenían ni idea de que estaban en peligro. «No sabíamos nada sobre el virus«, rememora el urólogo del Government Medical College en Srinagar, Omar Salim Akhtar. «Incluso los sanitarios estábamos indefensos. Tuvimos que pedir a las personas que viajaban fuera de Cachemira que descargaran las pautas médicas y trajeran las copias impresas». 

El Gobierno indio había impuesto el corte de las comunicaciones en Cachemira en agosto del año pasado para intentar reprimir la disidencia en esa inestable región. El bloqueo fue total: no había servicio de internet móvil, banda ancha, teléfonos fijos ni televisión por cable. Akhtar fue detenido durante una manifestación (en su pancarta se podía leer «Esto no es una protesta, es una solicitud, los pacientes están sufriendo»), pero fue puesto en libertad sin cargos finalmente. La desconexión duró hasta enero, lo que le convierte en el apagón de internet más prolongado jamás visto en el mundo democrático. 

Desde entonces, y quitando momentos aislados, los ciudadanos han vuelto a poder usar Internet, pero con muchísimos matices.

El primero debido a que realmente la apertura se ha hecho de forma muy escalonada, y debida principalmente a toda la presión internacional, con ONGs como Amnistía Internacional pidiendo al Gobierno que restableciera el acceso, ya que la falta de él estaba causando «Una crisis sanitaria sin precedentes».

No les faltaba razón. A falta de un sistema de acceso informativo adecuado, en Cachemira empezaron a surgir pronto los rumores que también hemos visto por estos lares.

Que si el virus era un completo para ganar dinero con la vacuna.

Que si se estaban cavando fosas comunes para arrojar a los millones de muertos que el gobierno ocultaba.

Que si la enfermedad se curaba con baños de lejía (¡Hola Trump!).

Desde el gobierno, erre que erre con que las conexiones lentas y las limitaciones del servicio eran necesarios «para mantener la paz». Si la ciudadanía no se puede comunicar, tampoco lo harán esa minoría pro-independencia. Que, de nuevo, dar el poder de organizarse a la plebe es muy peligroso.

Una postura que HISTÓRICAMENTE ha demostrado ser absurda y contraproducente.

Los malos (o los que nosotros consideramos los malos) siempre van a encontrar maneras de seguir operando. En cambio a quien jodes es al resto, destruyendo como era de esperar la amplia mayoría de negocios que operaban en la zona, al ser incapaces ni de vender presencialmente, ni tampoco apoyarse en la digitalización.

Y tras unos cuantos meses bloqueados, lo que se ha conseguido es justo lo contrario: Que muchos ciudadanos que probablemente no eran independentistas ahora apoyen al movimiento, al sentir que su gobierno «les ha quitado la capacidad de hablar» y les está castigando por algo de lo que no eran culpables.

¿Que esto que te cuento es solo cosa de Cachemira? Pues nanai:

[…] En 2018, en lugar de limitarse a ese inestable valle, comenzaron a ocurrir en toda la India. Según las cifras informadas por los usuarios, hubo 134 apagones de internet en más de media docena de estados ese año, y en 2019 se produjeron otros 106 en más de 10 estados. Cientos de millones de personas se vieron afectadas. 

Este año, la pandemia ha reducido el número de estos cortes, pero no los ha eliminado. El Gobierno indio ya ha bloqueado el acceso a internet en 35 ocasiones distintas, 26 de ellas en Cachemira. 

Eso hace que la India, una democracia, sea el líder mundial en estos cortes, por delante de China, Irán y Venezuela. Y se ha vuelto más difícil para los indios comunes pensar que las personas afectadas eran una amenaza para la seguridad nacional, porque les pasaba lo mismo a ellos, en sus propias ciudades, en sus propias casas.

¿Hay manera entonces de controlar los malos usos informacionales sin hacer pagar justos por pecadores a todos?

Pues realmente sí las hay.

Ahora bien, quizás no sean del agrado de un régimen, sea o no democrático. Por eso de que para que funcionen primero de todo deben ser neutrales a cualquier forma de gobierno.

Propuestas como los sistemas de moderación implementados en plataformas como WhatsApp o Facebook, sin ser aún perfectos, sí abren la vía a que en el futuro tengamos un escenario informativo abierto y a la vez mejor controlado. Simplemente porque diluyen la responsabilidad de dictaminar qué es correcto y qué es una fake new en un grupo heterogéneo de organismos que no dependan de los poderes estatales o corporativistas de turno.

Y por debajo, los propios sistemas de inteligencia artificial, que aún fallan más que una escopeta de perdigones, pero que oye, poco a poco van aprendiendo, y llegará el momento en el que sean capaces de reducir el tiempo de exposición (ergo, el tiempo que tardan en identificar malos usos) lo suficiente como para que acompañados por la moderación humana basada en la suma de muchos la cosa mejore.

Más que nada porque un apagón, como decía, ya no solo jode más a quien menos lo merece, sino que abre la veda a mayores abusos. A fin de cuentas, y de nuevo por la misma razón anterior, si no existe una presión externa, si no hay posibilidad de que otros ojos miren lo que hacemos, tanto los malos como los supuestos buenos están más abiertos a perpetrar violaciones en los derechos humanos.

De ahí que el acceso a la información sea una de las bases del derecho internacional. Ya no solo por su papel para dotar a la ciudadanía del poder de decisión adecuado, sino para que se autoregule, minimizando el potencial uso tergiversado tanto de la información como del resto de facetas sociales.

________

Si quieres recibir contenido exclusivo como éste el día uno y directamente en tu bandeja de correo cada martes y jueves, hazte miembro del Club «NEGOCIOS SEGUROS».

Banner negocios seguros