medios y publicidad

Entiendo perfectísimamente que una cosa es publicar en Internet por puro placer, como es mi caso, y otra es hacerlo como un trabajo. También soy consciente que una cosa es esperar vivir de ello a nivel personal, y otra muy distinta es tener que pagar ya no solo nuestras facturas sino también a los trabajadores que tenemos contratados.

Montar hoy en día un medio digital es un proyecto de alto riesgo, habida cuenta de que la competencia es amplia, y que todavía, al menos en el mercado hispanohablante, hay mucha reticencia a eso de pagar, sea de la forma que sea, por acceder a información que presumiblemente es de calidad.

Todo esto existe y es real, conformando un ecosistema informativo diverso y, generalmente, menospreciado. Con abusos laborales semejantes a los que podemos encontrar en cualquier otra industria, con mucho intrusismo (entre los que hasta cierto punto debo incluirme), y con su propia burbuja.

Hablaba de ello en la entrevista que me hacían los chicos de SiteGround recientemente, y más tarde en los comentarios de ese artículo. Porque donde hay competencia también hay oportunidad. Y que todos vayan en la misma dirección no es precisamente la mejor manera de solventar el problema.

Estaba dándole vueltas a este asunto cuando, en la lectura matutina habitual, me encuentro con estas dos piezas que ejemplifican, a mi modo de ver a la perfección, cual es el principal problema de los medios digitales.

A saber:

Dando de comer a la propia burbuja

La primera parada la haremos en el blog de Julio Alonso, uno de los fundadores de Weblogs S.L., una de las redes de medios verticales especializados más grande en nuestro idioma (ya sabe, Xataka, Genbeta y compañía).

En el artículo Julio se queja de cómo funciona la industria (ES), basada en el interés de todos los grupos mediáticos en salir «más guapos» en las plataformas de medición de audiencia que aparan el mercado.

Básicamente, como en este mundo todavía quien la tiene más grande es quien más pasta obtiene de anunciantes, lo verdaderamente importante para el negocio no es tanto generar contenido de valor sino encontrar las maneras de inflar estas estadísticas para que las empresas (que son las que pagan) vean alto en los rankings nuestro medio y así nos caigan más acuerdos.

¿Y cómo se puede hacer esto, presuponiendo que la organización que está detrás de estos sistemas (y que por cierto, vive de ello) va a exigir una serie de medidas que todos los interesados deben cumplir para aparecer mencionados en el ranking?

Muy sencillo. Acogiéndonos al formato de web infinita. Esa en la que cuesta horrores (o directamente es imposible) llegar al footer, ya que tan pronto terminamos el scroll al final de una sección o artículo la página carga la siguiente sección o artículo.

Para el usuario a priori está visitando una sola página. Para estos sistemas de medición, una cada vez que el sistema cargue de nuevo otro apartado, que ya de paso vendrá acompañado de otra publicidad (ergo, otra impresión más para vender a los anunciantes, más carga de recursos…).

¿Dónde está el problema? El artículo de Julio acomete directamente hacia redes generalistas como El Mundo, que según él, están haciendo competencia desleal en rankings verticales especializados ya que su portada carga una a una todas las secciones conforme vamos bajando, lo que significa que hasta cierto punto están aprovechando la tracción innata del lector generalista para inflar las estadísticas de secciones específicas de su página, que compiten con (entre otras redes especializadas) Weblogs en el mismo ranking.

Es una queja de uno más de la industria. Y no le falta razón.

Según Julio, comScore se lava las manos argumentando que mientras se cumplan los requisitos actuales no ven motivo suficiente para alarmarse. Y puesto que es técnicamente complejo señalar qué porcentaje de esas visitas provienen realmente de alguien interesado en esa sección y cuáles provienen de un mero «transeúnte» de la portada, previsiblemente esto seguirá funcionando para beneficio de las redes generalistas.

Subvencionando a las operadoras

La otra pieza de la que quería hablar fue escrita por Nelson Minar, un «software nerd» afianzado en California que en apenas unos pocos párrafos demostraba lo absurdo de esta industria (EN).

Básicamente el bueno de Nelson dejó abierto LA Times (uno de los periódicos más visitados de California) tan solo 5 minutos en una pestaña de incógnito, por ver cuánto le costaba las continuas recargas de la web para mostrar al usuario publicidad en mil y un formatos, y habida cuenta de que la página al parecer tiene sistemas anti-adblocker bastante agresivos.

Este es el resultado:

capture3

Esta línea temporal solo muestra 30 segundos de la página abierta en la pestaña principal del navegador tras 5 minutos de inactividad, sin ningún tipo de bloqueador de publicidad activo.

Para que quede claro, como bien señala Nelson, todo debería estar en blanco, ya que cada elemento de color es un recurso que se ha cargado, y considerando que ya habíamos cargado todo el contenido de la página 5 minutos antes, ¿qué sentido tiene?

En total, 2.000 peticiones a recursos en 30 segundos. 5 megabytes consumidos. Haciendo una regla de tres, si dejáramos abierta la página 24 horas, habríamos consumido 14 GBs.

Por supuesto, el mayor culpable de esto era el widget publicitario de vídeo, que amasaba la nada desdeñable cifra de 2MBs, y que además se inicializaba automáticamente y con sonido.

Casi parecería, como digo en el titular, que a estos periódicos les interesa subvencionar el negocio de las operadoras. ¡Y el de las energéticas! Porque con el gasto de RAM que ello ocasionaría lo más probable es que antes de llegar a esas 24 horas nuestro dispositivo ya se hubiera quedado sin batería :).

¿En serio no hay otro camino?

¿Cómo podemos seguir basando el modelo de negocio en pleno siglo XXI en criterios publicitarios de hace un siglo? Sistemas que se basan en molestar al consumidor, interfiriendo de una u otra manera en lo que éste estuviera haciendo, y cuyo valor disminuye con el tiempo conforme el ojo del usuario, cada vez más educado, discrimina inconscientemente contenido de mera publicidad.

Y no, tampoco sirve de nada pedir limosnas a los que te siguen. Hay que ofrecer algo que de verdad aporte valor para que alguien, sea anglosajón o hispanohablante, se rasque el bolsillo.

Molestarse en preparar contenido de calidad premium, sea o no bajo un canal tan socorrido como el email, que de sentido a eso de pagar por consumir.

Porque la publicidad, per sé, genera ciclos de producción antagónicos con el que debería ser el objetivo principal de un medio. Dependencia de la línea editorial a las empresas que pujan por el espacio publicitario, molesta intrusión de cara a los lectores, mecánicas de inflado de estadísticas y recarga de páginas que solo atienden al interés de las plataformas de publicidad, con un consumo mayor de ancho de banda/energía que acaba pagando la comunidad.