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Negocios Seguros

optimizacion etica

Ayer publicaba una pieza sobre la contaminación asociada a una distribución de contenido digital mediante medios físicos frente a medios puramente digitales.

En ella hacía hincapié en varios estudios que venían a cuantificar la huella ecológica que tiene uno u otro escenario, llegando a la conclusión, con muchos asteriscos, de que a partir de un peso en bytes un software contaminaba más si lo descargábamos de Internet que si éste se metía en un cartucho o DVD y se nos enviaba vía empresa de transporte a nuestra casa.

Algo que, a priori, podría parecer justo lo contrario (¿me estás diciendo Pablo entonces que contamina más Internet que toda la cadena de logística mundial?), pero que según los datos de los que disponemos es tal y como lo oyes.

Hoy quería hablarte de otro aspecto fundamental del software que de nuevo solemos obviar. Y ese es el impacto que tienen las decisiones de optimización de recursos a la hora de marginar o no a un porcentaje de la sociedad.

Tim Kadlec publicaba a principios de este año una pieza (EN/sí, acabo de encontrármela esta semana) sobre la ética de la optimización web.

En ella viene a debatir que todo el trabajo de optimización de una web (o una app, o en definitiva cualquier software) ya no solo debe hacerse con un fin puramente de negocio (lo obvio), sino incluso desde la óptica de la ética.

Y me explico.

Es razonable pensar que un software que no sea óptimo consume más que otro que sí lo es, y por ende, ayuda a aumentar la huella de contaminación que ya de por sí, y como comentaba en la pieza de esta semana, debería cuanto menos preocuparnos (los CPDs actualmente en circulación son los causantes de entre el 2 y el 8% de toda contaminación mundial).

Y adelanta otro tema que es quizás aún menos visible: Esto supone además una exclusión marginal que afecta a la capacidad competitiva de los menos favorecidos:

El bajo rendimiento puede, y de hecho lo hace, conducir a la exclusión. Este punto está muy bien documentado, pero merece repetirse. Los sitios que usan un exceso de recursos, ya sea en la red o en el dispositivo, no solo causan experiencias lentas, sino que pueden excluir a grupos enteros de personas.

Con la salvaje evolución en cuanto a acceso de banda ancha y una cobertura de 4/5G cada vez más omnipresente, hemos asumido (los desarrolladores, y en líneas generales toda la cadena de suministro de información en la Red) que el peso de nuestros proyectos puede escalar sin mayores dramas para el usuario medio.

Pero estamos obviando que hay un porcentaje de la sociedad que ni siquiera puede permitirse ese tipo de conexiones (bien por temas económicos, bien incluso por temas de pura cobertura).

Un porcentaje que coincide, de hecho, con los estratos más bajos socioculturalmente hablando de la sociedad. Y que además suele contar con dispositivos más antiguos, y por ende, peor preparados para afrontar servicios online que basan sus tripas en tecnologías modernas.

Todo esto está llevando, por tanto, a que aquella brecha de competencias de la que hablábamos hace tiempo esté cada vez más abierta. Y peor aún, sea cada vez más difícil de sobrepasar.

Como decía no hace mucho, en Internet parece que todo es gratis, pero lo cierto es que detrás hay una serie de «checks» que tenemos que cumplir (tanto los que estamos al otro lado como tú) para que en efecto puedas acceder a ese contenido.

Desde el propio dispositivo, pasando por una conexión a la altura, por el uso de tecnologías actuales, por la delegación económica absolutista en ecosistemas tan sumamente complejos y opacos como es el Real Time Bidding de las plataformas de anuncios digitales, como la dedicación en tiempo y recursos que realizamos algunos pocos locos afortunados, y en definitiva, por todo eso que llamamos PLATAFORMA.

Una plataforma muy pero que muy eficiente… siempre y cuando puedas permitirte asumir el coste de estar casi a la última.

Piensa en todo esto la próxima vez que eches un ojo a la web de tu empresa o al software que utilizas a diario.

En Internet todo tiene un precio. Aunque ese precio no repercuta siempre directamente en nuestra cartera.

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