futurama hyperloop

El sector del transporte es uno de los que más va a sufrir (tanto para bien como para mal) la evolución tecnológica.

Es algo innegable y necesario, habida cuenta de la importancia que este sector tiene para el bienestar del ciudadano en grandes núcleos urbanos, y considerando que la tendencia, al menos en los países desarrollados, gira cada vez más en torno a este paradigma que a la diseminación en pequeños núcleos.

Como cualquier cambio, lleva asociada una esperable oposición, que no siempre viene de la mano del sentido común.

Lo veíamos (y lo estamos viviendo) recientemente con la batalla que tienen algunos colectivos de transporte frente a la llegada de iniciativas basadas en la democratización de su trabajo:

  • Que de pronto, un servicio como el de los taxis, sujeto a un férreo lobby que durante años ha evitado con mano dura el surgimiento de competencia, se encuentre con una empresa como Uber, totalmente descentralizada, y cuya principal diferencia radica en ofrecer exactamente lo mismo sin tener vehículos a su nombre, rompe los esquemas monopolísticos del sector.
  • Que súbitamente, algo que se ha hecho durante toda la vida como es el compartir el vehículo con otras personas que quieren viajar al mismo sitio donde vas tú, encuentre en las nuevas tecnologías una manera de poner en contacto oferta y demanda, trastoca los intereses de otro colectivo como el de los autobuseros.
  • Que varias grandes compañías de servicios digitales y cada vez un mayor número de grandes fabricantes de automóviles estén apostando por el desarrollo de vehículos autónomos, ya no solo como asistencia al conductor, sino incluso vaticinando un escenario futuro en el que lo normal será que el vehículo nos lleve solo a nuestro destino, pone en serios aprietos a según qué colectivos, interesados en que el statu quo, aunque se haya demostrado por activa y por pasiva que es más inseguro, se mantenga.

Frente al que hasta ahora ha sido el escenario del transporte ciudadano (barcos, aviones, automóviles y trenes), quería centrar este artículo en algunas de las particularidades que tendría el que podría llegar a ser «el quinto medio»: Hyperloop.

Un acercamiento a Hyperloop

Resulta realmente complicado no comparar la idea con el método de transporte que utilizaban los ciudadanos de Nueva Nueva York en Futurama (EN).

La idea detrás de Hyperloop sería la de desarrollar un transporte hiper-eficiente (en cuanto a gasto energético), que permitiera unir ciudades y países a velocidades subsónicas a un precio asequible por el ciudadano.

Para ello, Hyperloop se vale de unas cápsulas en las que podrían ir hasta 28 pasajeros o hasta tres automóviles, y que viajarían a una velocidad cercana a los 1.200 km/h por un tubo a un quinto de la presión que encontraríamos a nivel de mar (se ha desestimado el mantener el tubo sin presión debido a los altos costes que tendría su mantenimiento). El morro de la cápsula contiene un compresor eléctrico que transfiere alta presión de aire desde el morro a la cola de la cápsula, lo que hace que esta levite dentro del tubo y sea empujada hacia delante sin apenas encontrar rozamiento (la principal fuerza a combatir cuando queremos desplazarnos).

El proyecto fue lanzado por Elon Musk (EN), quien ha demostrado en más de una ocasión tener una capacidad sin igual para entender las necesidades sociales de un mundo como el actual, y ha liberado todo el proyecto bajo licencia open source, con la idea de que sea la comunidad quienes propongan ideas sin miedo a futuros impedimentos legales, y que cualquier compañía con la capacidad necesaria pueda materializar el proyecto sin enfrentarse a un entorno de patentes hostil.

Ver en Youtube (EN)

Enfrentándose a las limitaciones humanas en un viaje a 1.200 km/h

Sin embargo, y obviando el hecho de que técnicamente es posible, hay algunos flecos a considerar para el buen desempeño del mismo en entornos reales.

En especial, tres puntos que creo críticos, y que obligan a esas futuras cápsulas de Hyperloop a contar con la tecnología suficiente para hacer frente a las limitaciones sensitivas de sus clientes.

El primero tiene que ver con la sensación claustrofóbica de saber que estás encerrado en un tubo a alta velocidad.

Bien es verdad que hablamos de viajes cortos (se calcula que un Bratislava-Viena (EN) llevaría apenas 8 minutos, y un Los Ángeles-California (EN), 35), pero aun así, el no tener acceso a ver qué está ocurriendo fuera seguramente eche para atrás a varios.

Y de hecho, resultaría absurdo ofrecer a los pasajeros una cristalera para disfrutar el viaje, a sabiendas que:

  • El tubo también tendría que ser de cristal, lo que seguramente acarrearía más problemas.
  • A esa velocidad, el ojo humano es incapaz de procesar la información. Simplemente veríamos líneas difusas que se mezclan entre sí, lo que podría hasta causar el efecto contrario (mareos, náuseas,…).

La alternativa que ha propuesto recientemente se llama Augmented Window, y pasaría por unas pantallas a modo de ventanas basadas en la realidad aumentada y el reconocimiento multifacial.

augmented windows

De esta manera, según la posición de la persona que esté mirando, tendría la sensación de en efecto estar viendo el paisaje exterior, convenientemente ralentizado para que la sensación final sea la adecuada. Una imagen que se adaptaría a cada persona, pudiendo moverte y experimentando una suerte de distinto ángulo de visión.

El otro aspecto a considerar viene de la mano de la sensación de velocidad. A 1.200 km/h, y aunque dentro de la cápsula no sintamos toda la presión que habrá fuera, habría que encontrar la manera de combatir los cambios de fuerza.

Para este caso, se apunta a unos asientos que están en continuo movimiento (muy leve, eso sí), en una posición semi-echada, como se puede ver en la imagen que acompaña a estas palabras.

hyperloop asientos

Respecto a la seguridad, hay que recordar que Hyperloop es inmune a las condiciones atmosféricas (a diferencia del resto de medios de transporte), por lo que no se vería afectado por lluvia, nieve, tormenta,… El factor humano tampoco interfiere, puesto que el trayecto circula por una «única vía» con la parada o paradas programadas. Y de paso, en caso de que un pasajero tuviera que ser trasladado con urgencia a un hospital, encontraríamos menos problemas que de ocurrir esto en un avión o un barco, y como máximo los mismos que si ocurriera en un automóvil o un tren.

En fin, que apunta maneras. Si no es una alternativa más a considerar como transporte del futuro próximo, al menos se le parece bastante.

Hace unos años parecía impensable trabajar en un pueblo distinto al que vivías. Ahora tenemos eurodiputados que viven en otros países y van a trabajar a diario a su puesto.

En unos años, quizás esto sea lo habitual, lo cual sin lugar a duda será para beneficio y comodidad de todos nosotros (ya que al menos estaremos en la potestad de elegir).