IA charla asturcon

Hace unos días tuve el placer de participar como ponente en la mesa redonda de Inteligencia Artificial de la AsturCon (ES/AS), la segunda entrega de este certamen literario especializado en la ciencia ficción, la fantasía y el terror.

Lo anunciamos en su momento por el blog de Ediciones PY, ya que además de participar en la mesa redonda como autor, iba en calidad de editor con la editorial.

Durante los dos días que duró el evento, pude conocer de primera mano a otros editores y autores patrios, debatir sobre todos estos temas frikis que nos interesan, y, cómo no, pasar un buen rato con todos ellos.

Además, los que os pasasteis por el Centro de Cultura Antiguo Instituto pudisteis visitar también la tienda donde todos los editores y autores teníamos en venta nuestros libros. De hecho, me consta que varios de vosotros os volvisteis con unos cuantos ejemplares de la editorial (muchas gracias).

Más allá, por tanto, de lo que fue el evento en sí, quería centrar el tiro en algunos de los temas que tratamos en la mesa redonda, acompañado como estaba en la mesa con estos tres pedazo de cracks:

  • Xon de la Campa, moderador, autor, filósofo y todo lo que se te ocurra.
  • José Manuel Uría, doctor de física por la Universidad de Oviedo y CTO de la empresa Uriaxait especializada en desarrollos de IA.
  • Rodolfo Martínez, con una trayectoria de varias décadas de publicaciones (ES) a su espalda, y con algunos betsellers traducidos a múltiples idiomas.

El objetivo de la mesa redonda era debatir en lo que nos diera la escasa hora que teníamos sobre esa nueva generación de inteligencias artificiales que tan de moda se han puesto últimamente. Que si redes neuronales antagónicas, que si chats conversacionales. Y cómo estas nuevas herramientas cambiarían la manera que tenemos tanto de acercarnos a la producción literaria, como de entender el género de la ciencia ficción.

Esta era la base, claro. Pero al final acabamos hablando más de ciencia… que de ficción :).

Y de todo lo tratado (imposible profundizar por aquí sobre cada punto analizado en la mesa), me quedo con tres elementos principales.

A saber:

Privacidad en época de Inteligencias Artificiales

Sin duda fue de lo que más hablamos, acabando en estos derroteros cada poco.

Algo que, sinceramente, me alegra mucho. Fíjate que llevo más de una década hablando sobre la importancia de la privacidad, intentando concienciar sobre los riesgos de la exposición a la que estamos sometidos con el auge de las redes sociales y en líneas generales de la digitalización, y alegra ver que poco a poco, en entornos no técnicos (como era el de la audiencia presente en el recinto) haya verdadero interés sobre qué pueden hacer para reducir su huella digital.

Con las IAs el problema no es nuevo. Simplemente se agrava, incluyendo la capa esperable de análisis de grandes volúmenes de información necesario para entrenar estas inteligencias artificiales.

Imposible por tanto no volver a hablar, como hice, de lo que ocurrió en Holanda con el censo electoral que incluía preferencias religiosas, como ejemplo de cómo muchas de las decisiones que hoy en día han llevado a cabo empresas como Google o Meta con el único fin de sacar rédito económico (puede gustarte más o menos, pero es totalmente lícito), puede volverse en nuestro contra el día de mañana, si ese universo de datos personales estructurados y etiquetados acaba en malas manos.

De hecho, exactamente igual que ocurría hace un par de años en Irak con aquellos dispositivos de reconocimiento biométrico «olvidados» por los estadounidenses y ahora en manos de los talibanes.

ChatGPT, y en definitiva todas las herramientas creadas por OpenAI, han llegado a este punto de maduración gracias en buena medida a hacer un uso ACADÉMICO de estas bases de datos… cuando aún era una organización sin ánimo de lucro.

Es ahora cuando, ya reconvertida a empresa, nos damos cuenta de todas las «argucias» que ha llevado a cabo para obtener esa ingente cantidad de datos estructurados. Algunos de ellos claramente ilegales, y por los que en algún momento deberíamos exigir que pague.

Por último, hay que recordar que pese a que ya haya una concienciación base de que nuestros datos valen mucho dinero, aún falta la concienciación suficiente como para que el grueso de la sociedad exija que se cumplan un mínimo de garantías.

Corporaciones como Meta siguen, décadas más tarde, traficando con total impunidad con nuestros datos, y el hecho de que ahora ofrezcan una versión sin anuncios en servicios como Facebook o Instagram no es, ni de lejos, suficiente.

En la mesa redonda dimos además algunos tips sobre cómo añadir desinformación a nuestros perfiles digitales, de la importancia de una buena presencia digital, y de cómo esto afecta y afectará cada vez más a la evolución de las IAs.

La psicología de la interacción

Otro tema que me hubiera gustado tratar en mayor profundidad, pero que por tiempo apenas tratamos superficialmente, tiene que ver con el impacto que está teniendo el hecho de que las IAs que han llegado este último año apuesten por el formato conversacional, frente a la hasta el momento tendencia de ofrecer una suerte de automatización de labores rutinarias.

Por un lado, parte de los miedos que tiene la mayoría de ciudadanos al auge de estas IAs tiene que ver con el hecho de que en apenas unos meses hemos pasado de considerar que estas inteligencias artificiales fueran a revolucionar los sectores profesionales con poca cualificación (principalmente, cadenas de montaje y trabajos puramente rutinarios)… a un escenario donde las industrias más afectadas parecen ser las creativas.

De pronto, quien ve peligrar su puesto de trabajo no es (solo) el obrero de esa fábrica o la dependienta de un supermercado, sino el directivo de esta compañía o el diseñador.

Esto genera, como históricamente siempre ha ocurrido, un movimiento en contra del avances. Un neoludismo que centra las miradas en los peligros, y obvia la ventaja significativa que supondrá para todos aquellos profesionales que sepan aprovechar las IAs a su favor para ser más productivos.

Por otro lado, no es casualidad que estas IAs hayan salido al mercado con un sistema de interacción basado en el chat.

¿Que por qué?

Pues porque históricamente el formato chat lo hemos asociado con una interacción humana. Una interacción que casa perfectamente con el objetivo de estas IAs creativas: la asistencia. Y que además, frente a otros modelos (como puede ser la voz), resulta mucho más simple de implementar sin generar el típico problema del valle inquietante.

Une estos dos puntos y tienes una estrategia perfecta para definir la interacción con modelos de lenguaje aún en fase beta, pero que deben ser monetizados rápidamente (recordemos que ya es una corporación quien está detrás, no una fundación sin ánimo de lucro).

Y bajo este prisma, el generar esa suerte de cercanía (ahí tienes a este asistente virtual que estará para ti siempre que lo necesites) puede generar en el individuo un sentimiento de apego… que no haga plantearse el día de mañana dejar de pagar la suscripción al servicio.

Así que sí. Eso de enamorarse de nuestro asistente virtual, como ocurría en Her, es una feature hasta cierto punto buscada.

El coste energético de la IA

Termino con otro de los grandes temas tratados en la mesa: el coste energético de toda esta revolución.

Básicamente, el principal handicap que tenemos hoy en día para democratizar el acceso a este tipo de sistemas.

Quien consiga explotar los datasets de una manera más eficiente (menor tiempo y menores recursos informáticos), tiene todas las papeletas de llevarse el gato al agua.

Decirlo, como no, es fácil. Hacerlo ya es otra cosa.

Ahí, de hecho, veremos si la fuerza del open source acaba imponiéndose, o por el contrario, los recursos económicos casi infinitos de las grandes corporaciones vuelven a demostrar que, frente a todo pronóstico, con dinero se llega más lejos.

No tiene por qué ocurrir (ya expliqué las razones en el enlace superior), pero todo se verá…

En fin, que lo pasamos genial, y creo que la mayoría salimos de allí con ganas de más.

Lo cual es justo lo que se debería esperar de una mesa redonda, ¿verdad?

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