profesionalidad

Debatía el otro día, a raíz de un artículo en un medio español (no lo comparto porque no se trata aquí de juzgar ni defender a su autor), sobre la objetividad del análisis que realizaba.

La cuestión es que habitualmente (y en esto también me incluyo) confundimos objetividad con profesionalidad.

El artículo podía estar mejor o peor redactado y ser más o menos correcto. Se le podían criticar muchas cosas (entre ellas, la posible lateralidad con la que afrontaba el análisis), pero bajo mi humilde opinión, era un artículo bastante profesional.

Otra cosa es que fuera o no objetivo. De hecho, no lo era en absoluto, y esto además lo considero bueno viniendo de un medio que se dedica a hacer, entre otras cosas, análisis tecnológicos.

La objetividad no debería importarnos (es más, no suele ser interesante)

Eche un vistazo a este o a este artículo. Dos de las últimas reviews tecnológicas que he hecho, en el sentido más estricto de la palabra (enfrentarte a un producto y sacar tus conclusiones, en el primer caso software y en el segundo hardware/software).

¿Son objetivas? Para nada. Son lo más subjetivo que se le puede echar a la espalda. ¿Y es esto ineludiblemente malo? Todo lo contrario.

Entiendo que quien viene a esta humilde morada espera rigurosidad, espera profesionalidad, pero no creo que nadie acuda a un blog (sea personal, sea sectorial) en busca de un artículo objetivo.

Un artículo objetivo sobre Windows 10 empezaría con algo tal que así:

«El miércoles 29 de Julio salía al mercado Windows 10, la última versión del sistema operativo para PCs y tablets compatibles. Windows 10 recupera el botón de inicio de Windows 7, e incluye la interfaz Modern UI en algunas de sus vistas, recibiendo un lavado de cara, y anticipándose a la nueva arquitectura mixta de aplicaciones universales.»

Vamos, un tostón… Por contra, lo que usted pudo consumir en este blog fue un análisis basado en mi experiencia, en mi profesionalidad, y por supuesto, también en mi opinión (que no hay que confundir con intereses personales).

Porque aquí está el quid de la cuestión. Un artículo objetivo es un artículo que no ofrece más que la información en bruto, sin ese procesamiento que entiendo usted (y un servidor) busca cuando accede a un medio de este estilo.

Precisamente esa experiencia, y el contraste con experiencias vividas en otros lanzamientos, me permite afrontar esa review centrándome en lo que Windows 10 (o el producto que sea) ofrece al consumidor. Un consumidor que en líneas generales tiene las mismas inquietudes que quien escribe.

Por cambiar de producto, no vaya a pensar que le estoy haciendo publicidad a Microsoft (sic), en el caso del Meizu MX4, ni siquiera hablé de su apartado técnico (bueno, hubo mención a la cámara, lo reconozco), porque sinceramente era y debería ser intrascendente para el usuario final.

A mí como usuario háblame de fluidez, háblame de los problemas que presenta enfrentarse a una ROM china, compáramelo en funcionalidades con la competencia (del mismo precio, por favor). Es decir, que en la review busco que me cuentes las sensaciones que has tenido, porque si quiero saber de especificaciones, puedo ir a la página de Meizu enlazada o a los innumerables medios que se dedican a hacer copy/paste de las newsletters enviadas por las marcas profundamente «objetivos» que pueblan internet para saberlas.

Y eso no es objetividad. Es una subjetividad positiva, que aporta valor al lector (y a la lectura), y que en definitiva es lo que hace decidirte por uno u otro canal para estar informado.

Entonces, ¿qué es la profesionalidad y hasta dónde llega?

Esta pregunta sí es más compleja de afrontar. Habida cuenta de que la objetividad pura y dura no suele interesarnos lo más mínimo cuando hablamos de análisis tecnológicos (de hecho, diría que es justo la antítesis de lo que se busca en un análisis), lo que buscan los lectores (y mis clientes) es profesionalidad.

Una profesionalidad que permite, llegado a un cliente, y en vista de la forma de trabajar que tiene, que le pueda sugerir el utilizar una tecnología del resto de alternativas posibles.

No porque esta tecnología en particular me guste, que de hecho puede que hasta la deteste, sino porque conociendo las particularidades y necesidades de ese cliente, el mercado donde se mueve, la tendencia del sector y las características que ofrecen todas las alternativas, quizás para ese cliente en particular esa tecnología viene mejor que las otras.

O una profesionalidad que me hará afrontar un análisis en el blog sobre lo que va a suponer X cambio tecnológico para el grueso de la sociedad, a sabiendas de que precisamente en este sector un servidor (y la mayoría de los que pasan por aquí, usted incluido) no representa(mos) ni de lejos el grueso de la sociedad.

Puedo entender, como hacía en la review del iXpand, que era un dispositivo muy bien enfocado al grueso de la sociedad. Y de hecho dejé claro que para mi caso particular no tenía sentido. No soy, de facto, un target para este producto, pero profesionalmente mi trabajo es valorarlo, y mi valoración es positiva considerando el mercado en el que se movía (bien usuarios de iOS/OS X con pocos conocimientos en informática, bien empresas que buscan un plus en cuanto a seguridad).

El problema surge cuando la profesionalidad se ve turbada por los intereses de monetización, y de esto hemos hablado largo y tendido.

El que el dinero que entra en casa no dependa prácticamente de mi labor como analista en este blog me permite afrontar las reviews de forma totalmente imparcial. Pero es que hay muchos otros analistas cuyo trabajo en medios sí les da para comer que también han encontrado la manera de separarse del yugo de las marcas.

La duda es cuándo estamos ante unos y cuándo ante otros, descontando que a veces, incluso esos inmateriales (como invitarte a un evento o enviarte un producto «en exclusiva») podrían, aunque fuera inconscientemente, estar influyendo en un análisis.

Para ello, en su día, redacté la política de patrocinio de este blog, dejando claros mis principios tanto para con las marcas como para con los lectores. Y sigo siendo tan selectivo como lo era en su momento, teniendo que explicarle a algunos en más de una ocasión que no hablaría de ese producto porque:

  1. No me interesaba.
  2. No tenía nada que ver con las temáticas habituales que tratamos.
  3. No les «interesaba» que tuviera libertad total de cátedra a la hora de enfrentarme a ese análisis.

Este último es precisamente el punto con el que quiero acabar el artículo. Porque la profesionalidad debería estar siempre por encima de todo, tanto para anteponer esa subjetividad positiva de la que hablábamos anteriormente a tus propios intereses como cliente/usuario, como para ser fiel a tu profesionalidad por mucha presión (directa o inconsciente) que vaya a meter la marca.

Y eso al final se nota, como le pasaba a ese análisis de un compañero el cual no pienso enlazar :).

Así, la próxima vez que se encuentre ante un análisis tecnológico que huele a artículo escrito para alargar la sonrisa de los anunciantes, o la próxima vez que un consultor venga a su negocio no a ofrecerle la mejor alternativa, sino a venderle el producto con el que más comisión se lleva, acuérdese de lo que hemos estado hablando por aquí, y sepa que está ante alguien que puede que sea más objetivo, pero lo más importante es que es un mal profesional.