Sabe de buena tinta que a un servidor le gusta de vez en cuando hacerse eco de cómo las tendencias sociales fluyen hacia el camino menos pensado en su momento.
En este caso, quería hablar de dos puntos de vista distintos sobre un mismo sector tecnológico, el de los wearables. En el vídeo justo debajo de estas palabras usted puede ver uno de los capítulos que allá por 1992 el Discorvery Channel publicó bajo el nombre de “Beyond 2000“, y que intentaba unificar todas esas corrientes pseudo-científicas de cómo sería la tecnología vestible del siglo XXI.
Los wearables pensados de la época eran dispositivos que querían ser vistos, que no pretendían ser invisibles, sino todo lo contrario. Dejar claro que estabas ante alguien con el poder suficiente para permitírselo.
21 años después, Microsoft publicaba un vídeo sobre cómo podría ser la interacción con la tecnología del 202o. Y oiga, parece la antítesis de lo anteriormente expuesto.
Comunicación multidispositivo (algo que en el 1992 no se necesitaba, ya que cargabas alrededor tuyo toda la tecnología posible), sencilla y desapercibida.
Una electrónica de consumo que ya no busca sorprender (al menos no con la intensidad de antes), sino ser efectista. Un cambio social (ahora todo el mundo puede estar conectado), y cuya guerra se libra en pequeñas trincheras (pequeños nichos de mercado como el e-health, el e-commerce, el marketing de proximidad,…).
La tecnología de nuestro siglo (al menos de esta primera parte) se está especializando. Ya no intenta cubrir todo lo habido y por haber (me encanta ese armatoste que la pobre chica del primer vídeo carga al hombro para poder interaccionar vía teclado, vía cámara, vía pizarra electrónica y vía voz). Se encarga de lo suyo, que para lo demás ya habrá otra cosa. Externalización de competencias (el smartphone como centro de mando, y los wearables como periféricos específicos).
Y sobre todo, un afán por volver a lo conocido.
Si de algo nos conocerán en el próximo siglo, es de no caer en la tentación de reinventar la rueda.
Me asaltan entonces ahora la duda de ¿qué nos depararán los próximos 20 años? ¿Seguiremos queriendo consumir tecnología invisible, o volveremos a la postura de mientras más cíborg, más techie?