Se me llena la boca cada vez que escribo sobre los inmensos beneficios que la era digital ha traído en cuanto a la ruptura de barreras de acceso informativo.
Es un tema que he vivido con intensidad en mis propias carnes, y sin duda ha sido detonador de esta enfermiza necesidad por devolver parte de todo eso que Internet me ha dado. Por este blog, pero también por la Comunidad y por las redes sociales.
Y lo curioso es que no soy el único.
A diario, accedemos a todos estos servicios con la esperanza de plasmar aquello que entendemos queremos trasladar al resto de conocidos. Para alguien como un servidor, que prácticamente vive sin contacto físico con el resto de la sociedad (vale, estoy exagerando, pero soy autónomo y trabajo desde casa, ya me entiende…), las sensaciones no son de pérdida de sociabilidad, sino de traslación de esta hacia entornos digitales.
Eso en mi caso, que en el suyo seguramente compagine en mayor o menor cuantía el contacto físico y virtual con los suyos.
Internet, como decía, ha democratizado el acceso a la información, y con ello, el acceso a la producción de contenido. Hasta el punto de que ahora todos tenemos a nuestra disposición un canal de comunicación en Facebook, o en Google+, o en Twitter, o…
Abstrayendo contenido de continente, y centrándose únicamente en lo primero, ya no es prácticamente necesario conocimientos específicos para realizar lo que hace tan solo unas décadas era terreno de equipos especializados de trabajo, o incluso de compañías.
- Cámaras de móvil con una calidad más que suficiente en situaciones de lo más diversas, con tecnología que se encarga de elegir los parámetros técnicos más adecuados para cada instante.
- Plataformas como Blogger, WordPress o Youtube, que democratizan hasta el absurdo la compartición de momentos e ideas. Ya no es necesario montarte un servidor en un PC 24/7 conectado para tener una página en la que compartir algo con el resto de cibernautas. Ahora hay servicios (incluso gratuitos) que te la crean en apenas 5 minutos, con un par de clicks del ratón.
- El email y los servicios de mensajería como canales de comunicación directa con cualquier persona en cualquier momento. Sistemas que simplemente funcionan, en los que el usuario es simplemente eso (un usuario), sin capacidad de intermediar con el ya de por sí dilatado abanico de formatos que ofrecen.
- Plantillas, themes, plugins, widgets,… El trabajo de un desarrollador, diseñador, fotógrafo, artista, y en definitiva, cualquier profesión relacionada con la creación, ahora ya siempre parte de un elemento estandarizado. Aunque sea una hoja en blanco, ya cuenta con una herramienta que es semejante aquí y en la mesa de trabajo del más reputado creador en la otra parte del mundo.
Y sin embargo…
Y sin embargo, hay algo que sigue fallando.
Hablaba de ello en aquel Especial sobre la Transformación Digital de la Sociedad.
La regla del 1%: Solo el 1% de los usuarios es productor de contenido.
Tan solo un 1% genera contenido, y ese 1% de usuarios ni siquiera lo genera desde cero. Un servidor incluido.
Me pregunto cómo hubiera sido esta página si en vez de WordPress hubiera partido de un desarrollo en Joomla, o si al final me hubiera decidido a desarrollarla desde cero (como de hecho empecé).
¿Qué tipo de aportaciones creativas haría en mi día a día si Photoshop, Indesign o Premier nunca hubieran existido?
¿Cómo me comunicaría con mis familiares del norte si Facebook hubiera sido planteado como el servicio que el joven Mark tenía pensado que fuera y no como el que es ahora?
Lo que me parece verdaderamente inquietante de toda esta industria facilitadora de la creación es que precisamente la inmediatez de los sistemas a los que estamos expuestos nos hace paradójicamente menos creativos, menos distintos.
Tenemos las herramientas, pero hay tantos estímulos externos (tantas limitaciones preconcebidas) que al final todo acaba saliendo igual.
Somos productos de nosotros mismos, estandarizados por intermediarios, que escribía a principios de este año, y me había quedado entonces corto.
Si de algo creo que nos recordarán las personas del próximo siglo es de haber sido una de las generaciones más proclives a generar productos derivados de otros productos. A cambiar de continente y no de contenido. Y sí, hablo de arte, pero también de artesanía. También de emprendimiento.
Un copia y pega de guión, adobado por aquello que creemos ser (ni siquiera lo que en verdad somos), y que conforma nuestra vida digital, nuestro único testigo.
A un servidor le valoran precisamente el que sea capaz de aglutinar y relacionar temas a priori alejados del mundo tecnológico. De dar diferentes puntos de vista sobre algo en particular.
Y sin embargo, ¿qué hay realmente de mi en todo eso? Quizás nada. Un vacío de identidad, un auto-impuesto, profundamente relacional, capaz de establecer acuerdos entre ideas y creaciones que han llegado a mí (no al revés).
Ahora plantéese qué están ofreciendo el resto de sus allegados a esta era de la información:
Muros de Facebook repletos de contenido compartido por terceros, citas célebres en un paquete (una imagen) más comestible, colecciones de Pinterest sobre ropa cortada con el mismo patrón (y diferente marca, eso sí). Vídeos virales con las típicas bromas de toda la vida.
Misma información, a fin de cuentas, en formatos que nos han sido impuestos por el canal oportuno.
Incluso el activismo de Change.org es de pacotilla. Mientras esos gobiernos, estas corporaciones, diluyen el valor de la política y la economía hacia escenarios afines a sus propios intereses, nosotros, que somos los ciudadanos, que tenemos la obligación de luchar por el bien común, nos empecinamos en pedir firmas en un servicio digital.
Y no en salir a la calle. Y no en usar la creatividad para hacer sudar a los que están en el poder. Por hackear el sistema.
Estamos aletargados entre plantillas y abrefáciles, en una sociedad esculpida bajo la figura de la estandarización.
Ese es el verdadero demonio al que deberíamos temer.
A que seguramente ni lo que un servidor le está contando, ni lo que usted está pensando, venga en verdad dado por alguno de nosotros. A que seamos ya lo suficientemente borregos como para que estos temas no nos preocupen más que en las apariencias (le he dado Me Gusta o +1 al artículo).
A que las ideas ya no sean de creación propia. A que ya no seamos capaces de pensar sin que Google nos de la respuesta.
Me parece que te has levantado en plena crisis creativa y estás sufriendo alguna clase de sesgo de percepción tanto de la sociedad como de ti mismo.
Estoy casi seguro de que te basas más en intuiciones que otra cosa para decir frases tan injustas como “Tenemos las herramientas, pero hay tantos estímulos externos (tantas limitaciones preconcebidas) que al final todo acaba saliendo igual.”
El verdadero éxito de esta revolución de la creación y la difusión es que la mayoría de ese todo que acaba saliendo igual parte de personas que, probablemente, nunca hubiesen hecho nada creativo. Y muchos de los que crean (que por supuesto, no parten de cero… ¿quién, a lo largo de la historia, ha partido de cero?) tienen unas posibilidades inmensas.
La inmediatez y la prisa tienen sus implicaciones, sin duda. Pero no creo que la revolución creativa en la que vivimos sea falsa. Por supuesto que todo es siempre mezcla, siempre mestizaje, siempre investigación de nuevos métodos para transmitir las mismas verdades. Como ha sido siempre.
La creatividad es algo esencialmente humano y, como todo lo esencial, se apoyará -y se tropezará a veces- con la tecnología.
Hace unos años dirigí un curso de verano sobre este tema. Aquí te dejo documentación sobre todo esto para varias horas:
Enlace (ES).
¡Ánimo! 😉
Muy buen aporte Luis, y actualizado tu enlace :).
Quizás me haya levantado con el pie izquierdo, no lo dudo. Pero es que no creo que estemos aprovechando como deberíamos las herramientas que tenemos a nuestra disposición.
Es decir, al final acabamos haciendo lo mismo de siempre, en los formatos y canales que hay. Y vivimos en esa burbuja de globalización que tiende a exagerar los logros.
No me malinterpretes. Estamos mucho mejor que antes, y seguramente iremos a mejor conforme más pase el tiempo. Simplemente que era de esperar algo más habida cuenta de la democratización de accesibilidad que estamos viviendo.
¿Por qué sino el éxito de los negocios digitales es la… intermediación? ¿En serio no nos da la cabeza para algo más que para unir dos elementos que ya estaban y comisionar esa facilidad?
O hablemos del arte… Ese basado en la deconstrucción de elementos reales, la subjetividad de las emociones. Justo igual que con el que comenzó todo.
Está claro que siempre hay un factor de mezcla. Pero de ahí al copia-pega que en general reina en prácticamente todas las disciplinas hay un trecho.
Claro está, quizás también esa burbuja de globalización esté jugándome una mala pasada. El tener acceso a ese ojo que todo lo ve hace que lleguemos a mucha más mediocridad que antaño. Hay sin lugar a duda mucha creatividad, pero quizás ahora lucha por exposición frente a toneladas de basura que antaño, sin los medios actuales, directamente no llegaba a nosotros.
Profunda y valiente reflexión con la que estoy muy de acuerdo. Internet es el reino del “copia y pega”. Es verdad que algunas personas no tenían nada original que aportar, como apunta Luis, pero esta filosofía acaba afectando también a los que son creativos, porque es inherente al sistema. Este blog es de los menos afectados, dicho sea de paso, pues suele plantear reflexiones que raramente se encuentran en otro sitio. Pero el diseño de Internet conduce inevitablemente al reciclaje perpetuo de contenidos, que mata la creatividad y estandariza las conciencias. Salvo excepciones como este blog y algunos más, si encontramos Internet interesante y pagamos la cuota mensual es porque se nutre de contenidos que se generaron en otros ecosistemas y no estaban destinados inicialmente a Internet (libros, películas, música, etc.).
Gracias por la parte que me toca Pidal, pero incluso por aquí se recicla. Siempre hay una semilla que sale de algún lado. La duda que me queda es qué condicionamiento tengo por apostar por una u otra tecnología, por haberme decidido por una u otra plantilla, por entender la realidad como la entiende la gente de mi generación.
Hace unos días comentaba con mi pareja el cómo la tendencia actualidad (al menos en mi país) respecto a la religión y el poder es ser reacio, crítico. Seguramente si hubiera nacido en otra era tendría una forma de pensar distinta, y aunque parte se deba a la propia idiosincracia del momento, ¿qué hay de esto y qué hay simplemente de estandarización? De ser esclavo del continente y el contenido.