Me ha encantado el artículo de Sergio Parra (@SergioParra_) sobre el autocontrol (ES) en Yorokobu (por cierto, un ejemplo de proyecto periodístico que funciona).

autocontrol

Artículo profundo, extenso, para los amantes de la sociología y psicología conductual.

En él, se repasaban algunos conceptos necesarios para que un grupo de personas sean capaces de autocontrolarse. El cómo el individuo adquiere esta capacidad de su entorno, unido a algunas de las investigaciones clásicas que relacionan el autocontrol con la inteligencia (EN/enlace roto) (recuerde que inteligencia no es lo mismo que sabiduría) o la calidad de vida.

En referencia a esto último, y centrando el debate ya en lo que nos corresponde (nuevas tecnologías), me recordó a aquel artículo en el que postulábamos el cómo la seguridad de los sistemas informáticos volvía «borregos» a los usuarios. Implantar medidas de seguridad lleva asociado un cambio conductual en los usuarios que les hacen ser menos precavidos, y por tanto, aumentar el riesgo total del sistema.

En esta santa casa hemos hablado largo y tendido sobre la neutralidad de la red, sobre la necesidad de proteger nuestros datos de miradas indiscretas, y de cómo la seguridad de la información ha ido evolucionando en un entorno que a cada paso engloba más del mundo físico.

Hemos tejido durante años una red que ha cambiado para siempre nuestra manera de afrontar la realidad. Estamos paradójicamente más cerca de los desconocidos y más lejos de los que tenemos al lado, al menos en tanto a la comunicación tal cual fue concebida en su momento.

Un sistema bien engrasado, que se retroalimenta de las acciones de todos nosotros, generando una suerte de tercer entorno, de un nuevo nivel social. El acceso a internet entendido como el acceso a este nuevo mundo de información, de canales de comunicación bidireccionales.

Y con él, llegan nuevos retos ¿Cómo gestionar la información en un medio totalmente distribuido? ¿Cómo discernir lo importante del ruido? ¿Qué tecnología usar para realizar la comunicación, y qué precio pagamos por prescindir del resto?

A lo que voy es que no por casualidad las nuevas tecnologías han democratizado el acceso a la información, y con él, el autocontrol, un pilar básico para la evolución de la sociedad. Quizás aunque sea por la presión social y por la absurda gratuidad de la filosofía activista del Me Gusta, pero en todo caso de suma importancia para la humanidad.

El conocimiento a un click de distancia, y las restricciones del mundo real como catalizadores de un autocontrol beneficioso para la vida en colectivo. Somos ahora potencialmente más sabios que hace unas décadas. Vivimos más que nunca. Y eso nos obliga instintivamente a afrontar el día a día de una manera más controlada (la incertidumbre contextual que Martin Daly (EN) relataba en aquellos cuya esperanza de vida no llegaba a los 30 años).

Bajo esa óptica de autocontrol, se encuentra el germen de la autogestión tecnológica. Si a cada paso la sociedad se vuelve más social y menos anárquica, se diluye de forma proyectada el riesgo, y con él, la dictadura de una arquitectura basada en la seguridad.

Eso suponiendo que esa tranquilidad no acabe dada por un control externo, presumiblemente en manos del poder político, lo que nos llevaría al futuro distópico de la novela de George Orwell, 1984 (ES) o de Aldus Huxley, Un mundo feliz (ES).  La felicidad basada ya no en el cese de los temores humanos, sino en la tranquilidad que da el doblepensar y la servidumbre extasiada. La información es paulatinamente reescrita, intermediada, reorientada, para que deje de aportar valor, y la sociedad pueda vivir sin preocupaciones en un mutismo intelectual.

Dos puntos antagónicos que ofrecen a una sociedad de la información avanzada disfrutar de la vida sin preocupaciones vagas. Cada uno a su forma, claro está :D.