Hablar de la web 2.0 huele ya a cansino, la verdad. La web 2.0 es la web social, y por mucho que la gente se empecine en incluirlo como valor diferenciador en las aptitudes de LinkedIn, lo cierto es que Internet la está dejando atrás a pasos de gigante.

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Pero me interesa profundamente esa evolución que estamos viviendo sobre todo desde la maduración del mundo móvil, que un servidor señalaría en este último año, o como mucho (muchísimo) a mediados del anterior.

Y es que recuerdo que hace apenas un año, hablar de diseño responsivo era hablar del futuro… Hay que joderse lo que cambia el mundo.

Así es como llego a la conclusión de que las redes sociales están abocadas a la desaparición, no en tanto en cuanto a social se refiere, sino a los usos que les damos. Una suerte de especialización, desde un todo en uno, a un conglomerado de apps (webapps, espero) para funciones muy claras, tirando de una misma base de datos, y unidas mediante la abstracción de lo que en su día fue una red social.

Ejemplos de esta tendencia tenemos a patadas: Desde el Facebook Messenger, que poco a poco empieza a comerle uso a la propia app de Facebook, hasta esa increíble evolución de una Tuenti como el «Feisbu a la española para ninis y canis» hacia una operadora virtual, con su eje digital centrado en la mensajería instantánea. Y todo ello sin olvidarnos de Line, recientemente preparándose para salir a bolsa (ES), y que ofrece mil y un historias alrededor de su principal activo, la mensajería. O Spotbross, una empresa que ha sabido adelantarse a su tiempo generando lo que en un futuro podría ser un verdadero ecosistema de apps-in dentro de su herramienta.

Todos estos movimientos entendibles para mantener el liderato de las pequeñas pantallas, en decremento de las grandes, y centradas en lo que el usuario nos ha enseñado en estos últimos años de la llamada web 2.0: usar una red social para comunicarse en directo con un amigo o grupo de ellos, para pasarse fotos y poco más.

El perfil pierde fuelle, y queda como algo anecdótico. En Timeline se mira de pasada, pero lo que en verdad nos interesa es la comunicación, y eso lo ofrece mucho mejor una herramienta de mensajería instantánea que una red social.

Y ahí es precisamente donde digo que la red social como la entendemos está abocada a su extinción ¿Seguirá con nosotros? Sí, pero no como ahora.

Una red formada por varias herramientas que funcionan por separado, generando valor mediante el back end. Para fotos y vídeo, una Instagram o un Vine, para comunicación, un Facebook Messenger o un WhatsApp, y para archivos, un Dropbox o Google Drive. Poco más necesitamos.

Lo difícil ahora es abstraer esas capas, para simplificar el proceso, y que aun así sintamos que seguimos perteneciendo a una red, aunque la red en sí no exista.