concordancia adn

Reflexión

Sentado en el suelo con la espalda apoyada sobre el lateral de la cama, Ashir repasaba una y otra vez cada uno de los acontecimientos acaecidos en este último mes.

Hace apenas unas semanas estaba delante de aquella chica que, semidesnuda, maniatada y apenas sin fuerzas después de las horas de «juego» anteriores, murmuraba sistemática e impersonalmente, con un hilillo de voz, «por favor».

Su esbelta forma, ahora encorvada por el cansancio, y pegajosa por el sudor y la sangre que brotaba de sus numerosos cortes, había servido durante los días siguientes para calmar el apetito de Ashir, y sin embargo desde entonces se había vuelto un recuerdo amargo, carente de la esperable sexualidad con las que si recordaba a sus otras víctimas.

Todo debido a aquellos dos mínimos errores que había cometido con la muchacha, y que semanas más tarde, aquel estúpido perito había sacado a relucir en el juicio.

La mente, nuevamente, viajó hacia el momento en el que el «experto» explicaba ante cerca de un centenar de personas, con Ashir sentado en primera fila, cómo había sido posible identificar al asesino de Tarragona.

Sus palabras, que recordaba a la perfección, servían de acompañamiento en voz en off a sus pensamientos.

-[…] Sin embargo, el ADN encontrado en la mejilla izquierda de la víctima nos ha permitido realizar el estudio genealógico que mostraremos a continuación.

Dos errores. Dos únicos errores en una carrera que se remontaba a prácticamente una década de juegos, con 12 participantes (como a Ashir le gustaba llamar a sus víctimas) que habían compartido sus últimas horas a su lado. 8 según la acusación.

La mirada ya inexpresiva de aquella última levantándose sin pretensión alguna de desafío, aquellos labios carnosos en constante movimiento, y unos ojos secos ya a falta de lágrimas que verter, hicieron que Ashir momentáneamente sintiera algo desconocido, extraño. Quizás una especie de melancolía, quizás incluso podría haber sido rechazo, una desasociación del momento que le había hecho sentir algo así como empatía.

Y para cuando se quiso dar cuenta, su mano estaba acariciando levemente la mejilla pálida y pecosa de la participante.

Fue un instante, y en aquel momento no le dio mayor importancia, pero estamos ante el segundo error.

¿Que cuál era el primero?

Sobra decir que llevaba puesto, como siempre, unos guantes de cirujía. Que no era gilipollas, y que en todos estos años había demostrado ser claramente superior, a nivel intelectual, a la amplia mayoría de borregos con uniforme que le seguían la pista.

Pero ahí viene el primer error, para cuyo evento tuvo que estrujar al máximo sus recuerdos, ya que hablamos de algo tan superficial como crítico. Un poco antes Ashir se había secado el sudor de su frente con un trapo. Y recordaba como si hubiera ocurrido hace unos instantes que, en vez de usar un trozo de tela nuevo (como siempre hacía), había caído en el error de utilizar el anterior.

Algo de sudor debía haberse pasado del pañuelo al guante, y frente a todo pronóstico, del guante a la mejilla de la última participante. Dos errores tan sutiles que incluso ante una mente tan deductiva como la de Ashir habían pasado totalmente inadvertidos.

Dos errores que por separado carecían de valor, pero que unidos al estudio de aquellos forenses, había sido más que suficiente.

Y ¿cómo?, te preguntarás. Lo explicaba aquel gordinflón subido en el atril:

-Realizamos una búsqueda con el ADN obtenido en la base de datos de la Europol, sin éxito. Entonces recurrimos a la base de datos de ancestry.com (EN), que aglutina millones de datos genealógicos del top tres de los Ancestry tests (EN) con más demanda en el mercado, y que se basa en el trabajo de miles de colaboradores.

-¿Puede explicarnos cómo funcionan estas plataformas? -era el abogado de la acusación quien hablaba.

-Claro. Hay que entender que nuestro ADN comparte muchísimo con nuestros familiares, lo que en el argot técnico se llama «identidad por descendencia». Tenemos la mitad del ADN de nuestro padre y la mitad de nuestra madre, y compartiríamos el ADN de nuestros abuelos con nuestros primos primeros, por ejemplo. A sabiendas de esto, queda claro que conforme más nos alejamos en el árbol genealógico, menos ADN compartimos. Con un primo tercero podemos llegar a compartir solo un 1%, por lo que en la práctica no da información suficiente. Pero…, y aquí viene lo interesante, sí nos puede permitir en su suma identificar a una persona en base a todas las concordancias que obtengamos con familiares de distintos niveles, compulsándolas con un registro civil o con un análisis OSINT.

-De esta manera -el perito hizo un leve parón para beber un trago de agua-, obtuvimos una concordancia baja (insuficiente para la identificación) con algún familiar de primer orden (les recuerdo que son datos genéticos de usuarios que en algún momento han subido dicha información a la plataforma) y una concordancia media (superior al 25%) con al menos 40 potenciales primos segundos, 263 potenciales primos terceros y algo más de un millar de potenciales primos cuartos. Además obtuvimos por el análisis que estábamos ante una persona de origen judío, lo que redujo el espectro estudiado a alrededor de 200 perfiles. De ahí lo contrastamos con bases de datos de inmigrantes en territorio español, situados en los alrededores de Tarragona, lo que redujo el cerco a apenas una veintena de ciudadanos. Con el análisis de redes sociales localizamos familiares cercanos que podrían cumplir con los datos genéticos del agresor, y que además vivieran por la zona. Así obtuvimos 10 potenciales perfiles. 7 de ellos dieron negativo, y 3 se negaron a realizar la prueba. Con la orden judicial en mano, únicamente el señor sentado en el asiento de los acusados dio un 99,99 periodo por ciento de concordancia.

-¿Hay entonces un margen de error?

-Las herramientas que utilizamos son capaces de medir la exactitud de un ADN hasta el 0,00000001 % de concordancia. Por eso a efectos prácticos consideramos cualquier resultado por encima de 99,9999% como pleno. Sencilla y llanamente no es posible que nos equivoquemos. Al menos parte del ADN del señor Ashir llegó, de alguna manera, a la mejilla de la víctima en el intervalo de tiempo en la que esta estuvo secuestrada.

-¿Y cómo es posible que se haya identificado al agresor si éste no tenía registros genéticos de ningún tipo, y tampoco estaba identificado como ciudadano español?

-Porque desde hace unos años ya se habla de que en torno al 100% de las personas con descendencia europea pueden ser identificadas por los registros que familiares cercanos han subido a plataformas de este tipo para conocer su genealogía. Un estudio reciente ha demostrado cómo las probabilidades de que un estadounidense al azar, de origen europeo, tenga un primo hermano en GEDmatch (una de estas plataformas) es del 3,5%. De un 25% para un primo segundo. Y de más del 90% para un tercero. Y hablamos únicamente de Gedmatch, que contaba por 2017 con algo menos de un millón de perfiles. Uniendo todos los registros en diferentes plataformas, y quitando los repetidos, ya estaríamos rozando el pleno para buena parte de los ciudadanos de países desarrollados, incluso aquellos que provienen, al menos en primer orden, de otros países en vías de desarrollo.

Hoy en día ya podemos identificar a prácticamente cualquier persona por su rastro genético -concluyó el perito-. Aunque no tengamos registros previos de él. Por el simple peso de la concordancia con registros de familiares lejanos.

Ashir se levantó del suelo y apoyo sus antebrazos en las rejas de la celda. Su nuevo hogar, al menos para los próximos 20 años. No había sido el primero en ser pillado en base a su línea genética (EN), y de seguro no iba a ser el último.

 

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Inspirado en uno de los últimos estudios genéticos, que vienen a demostrar cómo hoy en día ya es posible identificar a una persona (de origen europeo) en base al rastro genético de sus familiares (EN), ya disponible en plataformas de consulta pública como la de Ancestry.com.

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