reinterpretacion historica inclusiva

Hace ya unos días terminamos de ver la trilogía «La Calle del Terror«, con la que Netflix revivió el género slasher este año.

La primera película me pareció mediocre, y así lo dije públicamente en esas recomendaciones que cada día suelo sobre las 20h de España por Twitter y FB. Pero el caso es que la segunda, y más tarde la tercera, acabaron por darle un contexto a la típica historia de unos chicos que deben enfrentarse a uno o varios asesinos en serie… y van cayendo uno a uno.

En líneas generales, por tanto, estoy más que contento con el resultado. Sin lugar a dudas ha sido atrevido (sacar tres películas del tirón, y en un género tan poco en boga hoy en día), así que por ahí lo dejo.

El caso es que quizás sea porque vengo ya con el ceño fruncido, pero hubo algo que me acabó por sacar en parte de la trama: El heterogéneo grupo de protagonistas.

Ya sabes de lo que hablo. Ahora parece que cualquier reparto tiene que contar con una o varias mujeres, y uno o varios protagonistas que no sean de rasgos caucásicos.

En La Calle del Terror, cada película se ambienta en una época (irás entendiendo la relación entre ellas), pero el grupo de chicos siempre va a contar con un par de chicas, y un par de chicos de raza negra.

Que ojo, tiene todo el sentido en la primera parte (1994), al desarrollarse en EEUU. Y puedo aceptar que también en la segunda, ambientada en en ese mismo pueblo en el 1978. Pero… ¿en la tercera?

¿Me quieres decir que en 1666, en norteamérica, era «normal» que en la plaza del pueblo jugasen varios niños, con varias niñas, e incluso algunos de ellos siendo de raza negra?

Seamos un poco coherentes, por favor. En esta época, si había alguien de raza negra, ni de lejos iba a poder mantener una relación tan cercana con el resto de habitantes.

Por lo menos, eso sí, han tenido la decencia de proponer una relación del padre con la protagonista bastante adecuada, con esa subtrama de la presión porque se case con el hijo de un comerciante de la zona.

Y del cine, salto a la industria del videojuego, y es que a mediados de agosto presentaron el trailer de Call of Duty: Vanguard (ES), la nueva entrega de la franquicia, que apuesta esta vez por volver a estar ambientada en la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué me ha rechinado del trailer?

Pues el enterarme de que una de la protagonistas, es mujer. Que sí, que también hubo mujeres en la guerra, pero seamos sinceros: no era lo normal. Y mucho menos dirigiendo a un pelotón.

Pelotones, por cierto, en los que hay también hombres de raza negra. Algo que todo el mundo sabe que ocurrió, ya que, en los años 40, en Europa, era totalmente normal…

El papel cultural y ético de la reinterpretación histórica

Soy consciente de que este tipo de inclusiones se hacen con toda la buena voluntad del mundo.

La idea detrás, sea buscada, o nazca de la pura espontaneidad de mirar hacia el pasado desde la óptica del presente, está claro que democratiza eso que venimos llamando «la inclusión», dando el justo papel de heterogeneidad tan buscado hoy en día a acontecimientos y épocas en las que ni de lejos existían estas preocupaciones.

Pero, por otro lado, supone una reinterpretación histórica, con todos los riesgos asociados.

Sin ir más lejos, y por volver a sacar el tema bélico, que en esto de reinscribir la historia, hemos estado muy activos siempre.

Hoy en día, los nazis son lo más cercano que ha tenido la sociedad, a la figura del demonio.

Tanto que parece que en la Segunda Guerra Mundial, los únicos que mataron inocentes fueron esos «despreciables» alemanes.

La realidad, por supuesto, es muchísimo más compleja. No hay más que ver cómo quedó Alemania, y ciudades como Berlín, para darse cuenta que a los aliados también les gustó (y además, fueron mucho más eficientes) bombardear día y noche el territorio enemigo, haciendo el mayor daño posible.

No al ejército. A los civiles.

Sin embargo, echa un ojo a la filmoteca, y dime cuántas películas (o libros, o videojuegos…) narran las atrocidades que hizo el bando aliado para ganar la guerra, y cuántas se ceban con las que hicieron esos malditos nazis.

Que es cierto que, como siempre se ha dicho, la historia la escriben los vencedores. Que, per sé, buena parte de lo que creemos saber del pasado no es más que la reinterpretación que, a posteriori, hicieron aquellos que salieron beneficiados de los movimientos narrados.

Y que somos hijos de la cultura de nuestra sociedad. Que la mayoría a este lado del mundo, por ejemplo, vivimos en esa burbuja cultural que celebra el éxito de Reino Unido y EEUU en la contienda europea, y obviamos el gran papel que, por ejemplo, tuvo la Unión Soviética en la consecución del fin de la guerra.

Por el simple hecho de que, de nuevo, la URSS sería luego el enemigo, y la historia la (re)-escriben los ganadores.

El papel reputacional y económico de la reinterpretación histórica

Volviendo a los dos casos anteriores, ambos se defienden teniendo en cuenta que, tanto Netflix, como Activision-Blizzard, son empresas data-centric, y en sus estudios sociodemográficos han llegado a la conclusión de que van a vender más si fuerzan la reinterpretación histórica con un reparto más «normativo».

Eso, y que de un tiempo a esta parte, parece que la falta de esa reinterpretación normativa es vista hasta negativa por un porcentaje significativo de consumidores. Consumidores influenciados por la educación que han recibido, y que, nuevamente, esperan encontrar esa diversidad de su alrededor o, al menos, de la que culturalmente nos ha vendido Occidente, tengas o no a tu alrededor dicha diversidad, en cualquier producto de consumo que vayan a disfrutar.

Pero, ¿sabes qué ayudaría más a la integración de la mujer en el mundo del videojuego?

No el que la protagonista del nuevo juego de tiros de la compañía sea mujer, o incluso pretender que otras obras de la misma empresa reinterpreten forzosamente sus personajes femeninos (estoy pensando, por ejemplo, en el frío que debe pasar estos días Jaina Valiente, del WoW, por Rasganorte, protegida únicamente con una armadura de sujetador, o de lo poco efectiva que parece la protección de Sylvanas Brisaveloz para declararle la guerra tanto a la Alianza, como a la Horda :D), sino, por ejemplo, que el Estado de California no haya tenido que imponer una denuncia contra Activision-Blizzard por «supuesto» acoso sexual endémico en sus filas (EN). O, ya de paso, por pretender ocultar no solo las fechorías de algunos de sus directivos, sino incluso un suicidio relacionado con dicho acoso.

Que manda huevos que, de puertas hacia fuera, intenten ser ejemplo de inclusión, cuando de puertas hacia dentro, el clima de trabajo es de todo menos positivo para, al menos, algunas de sus profesionales.

Y, ¿sabes qué ayudaría más a la integración de las razas no caucásicas en el cine?

Pues que los sistemas de recomendación de contenido que usan plataformas como Netflix no discriminen ni negativa, ni positivamente, una obra porque en su carátula salga una persona de una raza o no.

¿Y si dejamos de pretender reinterpretar la historia pasada, y nos centramos en escribir una historia presente inclusiva?

Una en la que el género y la raza no importen (ni negativa, ni positivamente, ojo), y se valore a los profesionales por su trabajo y desempeño.

Una sociedad en la que no haya que establecer injustas cuotas de inclusión de colectivos minoritarios para que las gráficas en el informe anual queden un poco más diversas. Con unas empresas de producción cultural centradas no en ser adalides de lo que debe o no debe ser la sociedad, sino simplemente cumpliendo su papel como productores culturales.

Quizás es que me estoy haciendo viejo, pero veo tan nociva esa reinterpretación histórica, por lo que supone a la hora de poner trabas a que una persona de nuestra época entienda lo que ha llevado a la sociedad a este punto, como el pretender utilizar esto como herramienta para sanear la reputación, y ocultar precisamente las mecánicas no inclusivas de estas compañías.

Porque recordemos que, en esencia, es la cultura la que moldea a la sociedad.

Que ya lo decía el bueno de Karl Marx cuando aseguraba que:

Debemos aprender de los errores del pasado para poder mejorar como sociedad.

Newsletter nuevas tecnologias seguridad

Imagínate recibir en tu correo semanalmente historias como esta

Suscríbete ahora a «Las 7 de la Semana», la newsletter sobre Nuevas Tecnologías y Seguridad de la Información. Cada lunes a las 7AM horario español un resumen con todo lo importante de estos últimos días.