dominios facebook

Habitualmente centramos el eje del discurso en cómo Apple es muy buena fagocitando negocios de terceros, e incluso auto-fagocitandose a sí misma. Lo hizo con el mercado de MP3s, lo hizo con la industria digital de la música, lo hizo con los móviles, lo hizo con las tablets, lo hizo (hasta cierto punto) con los smartwatches y parece que lo estaría intentando ahora con la (re)definición del ordenador personal y con los coches conectados.

Apple es muy buena en cuanto a aplicar mecánicas de reinvención de la rueda: Coger algo que ya está en el mercado, darle una vuelta de tuerca y acercarlo al gran público bajo ese buzz mediático y esa casi idolatría religiosa de sus fanboys.

Pero hay otra compañía que en estos últimos años está elevando las estrategias de fagocitación de negocios al siguiente nivel: Facebook.

A nadie debería escapársele ya que los chicos de SV tienen en su haber algunos de los servicios digitales más usados en el mundo. Repito: Ni Microsoft, ni Google, ni mucho menos Apple. Facebook, con alrededor de 1.800 millones de usuarios solo en su aplicación principal. Una cuarta parte de la raza humana, que se dice pronto.

hoy en día, del top 5 de aplicaciones móviles mundiales, 4 son de Facebook (Facebook, WhatsApp, Instagram y Messenger). Y la única que se le ha escapado ha sido Snapchat. No porque no lo hayan intentado no una, ni dos, sino hasta tres veces (ES).

Eso les da un poder de tracción sencilla y llanamente imparable. Los dominios de Facebook crecen exponencialmente y se retroalimentan entre si, poniéndoles las cosas muy difíciles al resto de la industria.

  • ¿Que Snaptchat no se deja comprar? Tranquilos, vamos a copiarles su punto diferencial, las historias de Snapchat (un contenido efímero que desaparece de nuestro perfil a las 24 horas), y nos lo llevamos a Instagram Stories (EN). Y ya de paso esperamos a que esa competencia molesta intente salir a bolsa y asegure tener 140 millones de usuarios activos al día para sacarnos la chorra y decir que Instagram tiene 150 millones de usuarios activos… solo en Instagram Stories. Que en apenas unos meses tenemos mayor audiencia que la app a la que hemos copiado en la característica que les identificaba. Y cualquier día nos da el venazo y llevamos la funcionalidad a Facebook, como estamos probando ya por Irlanda (EN).
  • ¿Que Twitter saca una nueva manera de comunicarse (streaming de vídeo en directo y vídeos en diferido)? Pues oye, que Instagram también la puede replicar en su servicio (ES), ofreciendo no solo 15 segundos para los vídeos en diferido, sino 60 (porque yo lo valgo).
  • ¿Que el perfil de Snaptchat les encanta a los jóvenes? Pues vamos a replicarlo en WhatsApp, la aplicación líder de mensajería instantánea, con WhatsApp Status (EN).
  • ¿Que el mercado profesional se nos escapa? Pues creamos nuestro propio LinkedIn… pero en Facebook, copiando la interfaz de los alemanes en Facebook Careers. Y si Slack o Yammer (Microsoft) estaban tranquilos en su nicho de servicio de comunicación interno, preparamos WorkPlace (EN), y así el trabajador puede tener separado su perfil profesional del personal en la misma interfaz que ya utiliza a diario en la oficina.

Ver en Facebook (EN)

  • ¿Que Youtube es amo y señor del audiovisual? Pues pegamos un golpe en la mesa creando una plataforma de vídeos integrada en Facebook (ES) capaz de hacerles la competencia en viralidad. Y ya que estamos, nos sacamos de la manga la capacidad de que el vídeo siga reproduciéndose solo en pequeño en el smartphone mientras utilizamos cualquier otra aplicación, o amenazamos con ofrecerlo como una app extra con contratos televisivos exclusivos (ES). Y no nos importa engordar artificialmente las estadísticas de uso de nuestros vídeos activándolos por defecto e incluso proponiendo que se visualicen con sonido. Por si esto fuera poco, cobramos a nuestras empresas hasta un 75% más de lo que realmente los usuarios han consumido por un «pequeño error» (ES) que hemos cometido ya dos veces.

Podríamos seguir así hasta el fin de los tiempos. Realidad virtual, bots, compras online (ES), servicio bancario (ES), identidad digital, puerta de acceso a la red, pero la guinda del pastel es ya por todos conocida: Facebook como herramienta de descubrimiento de información.

Ese movimiento que lleva a la compañía a posicionarse como líder indiscutible de la intermediación del contenido con una jugada tan magistral como maquiavélica: engatusar a los medios ofreciéndoles la nada despreciable cifra de 1.800 millones de usuarios simplemente por apostar por su plataforma como núcleo de su actividad (ES/ya ni siquiera como difusora del contenido publicado en las webs originales), y de paso, entregando hasta el 75% de los beneficios obtenidos por publicidad.

El sueño húmedo de cualquier periodista, sino fuera porque como (recalco) ya ha pasado en más de una ocasión en Facebook, primero se entrega el brazo, y luego se le va torciendo hasta que resulta tan molesto como necesario.

En el momento en el que Facebook se vuelve de facto el periódico que buena parte de la sociedad utiliza para saber lo que pasa a su alrededor, la compañía reduce artificialmente la visibilidad de todo ese contenido que terceros (medios de comunicación) han volcado allí. Y si quieres tener la misma visibilidad de antes (ergo, ganar lo mismo que antes), tienes que pasar por caja.

¡Brillante! Para nada disruptivo. Simplemente una copia continua e inexorable de lo que ven que está funcionando en mercados aledaños.

Es lo que tiene contar con el beneplácito de los usuarios. Es lo que tiene liderar la lista de servicios más utilizados a diario por todos nosotros.

Facebook fagocita mercados a una velocidad que ya quisiera Apple. Se autofagocita (véase WhatsApp vs Messenger, por ejemplo), y no le importa sacar ideas al mercado, probarlas, y si la cosa no prospera, olvidarlas en el cajón de las cosas que «pudieran haber sido». Simplemente porque pueden, porque no tienen rival que se les acerque. Y porque si hay alguien que les planta cara, tarde o temprano acabará cayendo.

Bien sea porque el fajo de billetes que le van a poner delante resultará demasiado apetitoso. Bien sea porque la presión de Zuckerberg en sus negociaciones pasa por dejar libertad total a sus antiguos fundadores, que podrán seguir trabajando en su producto y tomando decisiones únicamente aceptando que los datos deberán ir poco a poco engordando la inteligencia de la empresa matriz. Bien sea porque, si todo lo anterior falla, siempre pueden axfisiar financieramente a la competencia clonando sus funcionalidades en los servicios bajo la marca Facebook, y viendo como más temprano que tarde los inversores y accionistas acaban tirándose a la yugular de aquellos fundadores que un buen día decidieron no ser un tentáculo más de Facebook.