PabloYglesias union

¿Se acuerda que el lunes dije eso de que intentaría no volver a escribir y disfrutar con calma de la experiencia de viajar a Eslovaquia con los chicos de ESET, y a Austria por mi cuenta?

Pues aquí estoy, jajaja. No he aguantado ni tan siquiera una semana… Ya me vale…

Escribo esto a media noche (aunque usted lo podrá leer a partir de mañana), después de haber dado una vuelta por Viena, y conectado al WiFi del Hotel Post. Sobra decir que no tocaría ni con un palo una conexión a Internet de terceros sino fuera porque vengo con los deberes hechos y con una VPN de pago que es una delicia.

Eso sí, hoy no pienso hablar más de seguridad (al menos no de seguridad informática). Ya bastante la tabarra le he dado estos días tanto por la página de FB (post 1 (ES), post 2 (ES)), como por la cuenta de Twitter (ES), y en especial por el Momento (ES/si tiene interés en saber qué se ha dicho en este congreso, este debería ser su enlace) creado ex profeso para la ocasión, donde puede ver en riguroso orden cronológico (bueno, más o menos :P) todo lo que ESET nos ha presentado, comidas y fiestas en bares cubanos incluidas :D.

Frente a mi, el portátil, una botella de agua (¡con gas, cáspita!) cortesía del hotel, y unas ganas locas de escupir parte de las ideas que se alborotan en mi mente. Para eso tengo un blog personal, ¿no? Así que una vez más usted va a hacer de psiquiatra y yo de paciente.

Empecemos.

PabloYglesias turismo

Sobre la importancia de viajar…

No es la primera vez que lo digo, y no será la última. La cura contra la mayoría de -ismos, radicalismos y nacionalismos al frente, es viajar y enfrentarse al reto que supone comprender otras culturas.

Es tan sencillo como eso. Basta salir del país para darse cuenta de la suerte y la desgracia que tenemos de vivir en él. De todo lo que podemos estar orgullosos, y de todo lo que deberíamos avergonzarnos al ver a nuestros vecinos.

Y es un tema que de verdad me preocupa, habida cuenta de todos los acontecimientos políticos que hemos vivido en este último año. Empezando por la salida de Reino Unido de la Unión Europea, y siguiendo por la victoria de Trump en EEUU, por la ascensión de la extrema derecha en países como Francia y Alemania, y como no, por el conflicto catalán.

Estos días he podido hablar largo y tendido con gente de varios países (y lo que me queda, espero, que la incursión a Austria solo acaba de empezar…). Es lo bueno que tienen este tipo de viajes, que además de conversar de trabajo, hay tiempo para tomarse unas cervezas y dar rienda suelta a los verdaderos retos a los que se enfrenta la sociedad desde ópticas que probablemente no hayamos considerado. Venezolanos, franceses, americanos, argentinos, alemanes, noruegos, húngaros, eslovacos (seguro que me olvido unos cuantos),… y también españoles, «obligados» a convivir durante un par de días. Nada malo puede salir de ahí :).

Y me parafraseo, que para algo estoy en esta santa casa, en esa pieza que escribía hace ya unos meses desde Polonia:

No me gustaría que nuestra generación fuera recordada como aquella que decidió romper la unidad, obcecada en mirarse al ombligo, y obviando que los problemas se deben a otras causas muchísimo más complejas y abstractas.

De esto mismo, casualmente, he estado conversando mientras comía con una chica alemana (I’m so sorry, my memory…) y Jessica, una austríaca la mar de simpática, en un pub tradicional eslovaco en el centro de Bratislava.

De que no hay recetas mágicas. De que en efecto es muy complejo administrar un proyecto tan titánico como es Europa (y en definitiva, cualquier proyecto que englobe a varias comunidades distintas), y que para colmo se haga intentando beneficiar a todos los miembros.

Nos habíamos conocido apenas unos instantes antes, en uno de los múltiples free tours que gente como usted o como un servidor puede ofrecer en prácticamente cualquier ciudad turística del mundo. Un punto de encuentro básico para aquellos que viajan en solitario, o que como en mi caso, han alargado un viaje de negocios unos días más.

También he tenido la suerte de conocer a Marcelo, un chileno residente en Australia que ha decidido dejar su empleo para conocer mundo. A Georg, un heavy del norte de Alemania apasionado por la cerveza, y como no, a nuestro guía eslovaco, muy interesado en saber más sobre la situación de «Catalonya» y sobre el estado actual de «ETA terrorist group and the Vasc Country».

PabloYglesias Europa

…y el sentimiento de unidad

Le cuento todo esto precisamente para que sea consciente de que toda esta gente viene de lugares que también viven su propia epopeya, y que deben enfrentarse como nosotros a diario con problemas locales de mayor o menor envergadura. Pero, aún con todo ello, son capaces de desplazarlos durante unos días para formar parte de algo más grande.

  • Que mal que les pese a unos cuantos, tenemos muchísimo más en común con cualquier persona del siglo XXI, viva donde viva, y tenga el color de piel del color que sea, que lo que realmente nos une a nuestros antepasados.
  • Que las fronteras no son más que un mal absurdo y retrógrado heredado de otra época donde los límites geográficos eran una limitación real.

En un mundo profundamente globalizado ya no debería tener sentido la obcecación por los visados, que en la práctica sólo están creando ciudadanos de primera (europeos, americanos y australianos, si me apura) y de segunda (el resto).

¿Tanto daño haría aceptar que ante todo un francés, un árabe o un chino son… personas? Que por nuestras venas corre la misma sangre, y que en la heterogeneidad está sin lugar a duda el futuro de nuestra especie.

¿No debería ser hora de que, siendo conscientes de que hay problemas que no tienen una solución directa y taxativa (véase el hambre o la guerra, lamentablemente), intentemos remar todos en la misma dirección, y limemos en la medida de lo posible todas aquellas aristas que hoy en día están suponiendo un freno hacia esa llamada Sociedad de la Abundancia?

Porque temo que el discurso populista, venga del lado que venga, está ganando adeptos, habida cuenta de que simplifica problemas profundamente complejos y asegura tener soluciones a todos los males que azotan ese mundo local en el que viven la mayoría.

En resumidas cuentas, que hagamos por hacer. Que nos esforcemos en pensar «out of the box», enfrentándonos también a los problemas del resto (que si no los son ya, acabarán por ser nuestros problemas), aportando nuestro granito de arena, y aceptando o, como mínimo, intentando comprender las posturas contrarias a la nuestra.

Que no viajemos en automático. Tenemos la puta suerte de vivir el que a todas luces es el mejor momento de nuestra civilización. No hagamos que con nuestras decisiones, que con nuestra profundamente limitada vista, los que vengan detrás de nosotros se encuentren un mundo devastado y aislado.

O al menos, no lo hagamos por nosotros mismos, de forma egoísta y maquiavélica.

Nadie en su sano juicio debería querer vivir en una burbuja aislada del resto.

Ni mucho menos, en un mundo asolado por la guerra.